martes, 6 de septiembre de 2011

LOS PACASMAYINOS EN LA GUERRA DEL PACIFICO




UNIVERSIDAD CESAR VALLEJO
FORMACION GENERAL

AREA: HISTORIA

LOS PACASMAYINOS EN LA GUERRA DEL PACIFICO

Mg. Daniel J. Dionicio Gonzales


Trujillo – La Libertad – Perú

SERIE: HISTORIA CRITICA VALLEJIANA


2009





“LA GUERRA CON CHILE, AGUDIZO EL SUFRIMIENTO QUE LA POBLACION PERUANA SENTIA, PERO TAMBIEN PERMITO DEMOSTRAR EL ARROJO, EL VALOR, EL HEROISMO Y EL PATRIOTISMO DE HOMBRES Y MUJERES QUE FORMAN EL PUEBLO”.
(DAJHODIGO - Trujillo)


A mis padres:

Que nos dieron la vida y que cada día son nuestros apoyos morales y espirituales, gracias a su entrega y abnegación permiten que logremos nuestras metas y realizaciones personales.


Al maestro e historiador pacasmayino:
Juan José Vega, intelectual y propulsor de la enseñanza de una nueva historia, de quien muchos pacasmayinos recibieron sus sabias enseñanzas y la nueva visión de la historia local y regional..

AGRADECIMIENTO
La presente publicación no hubiera sido posible, sin el desinteresado apoyo de mis familiares quienes con su aporte y contribución a permitido la culminación de este importante proyecto bibliográfico; a todos ellos nuestras más infinitas gracias y elevamos preces al cielo por su feliz conservación.


GENERALIDADES
EL HEROISMO

El heroísmo es el sacrificarse para lograr que un ideal se cumpla, es decir, para desidealizar un ideal.
La pregunta entonces seria: que es un ideal?
Un ideal es una meta inalcanzable, una meta que busca mejorar la realidad, una meta que busca la felicidad en este mundo incierto. El apuntar hacia un ideal es nada mas y nada menos que una búsqueda de felicidad, es decir, es afirmar que la vida tiene sentido.
PATRIOTISMO

El patriotismo difiere del nacionalismo en cuanto a que no necesita de una forma de gobierno para manifestarse, razón por la que el sentimiento patrio se hace presente antes de la existencia de ordenamientos o regímenes jurídicos, políticos, económicos y administrativos de un territorio y perdura si éstos llegasen a desaparecer. Esta permanencia en el tiempo e independencia de cualquier forma de poder, hacen del patriotismo un valor superior para los habitantes de un territorio, al cual apelan cuando existen crisis internas de ingobernabilidad o de ocupación territorial por parte de otra nación
Ejercer y preservar la soberanía y unidad territorial, honrar a los héroes y próceres, cuidar y seguir las normas valóricas que aseguran el bienestar común a los individuos del territorio, son vistos universalmente como valores patrios.
Sus detractores afirman que si el patriotismo como sentimiento no existiese, se podrían evitar muchos de los actuales problemas de convivencia social, como son la integración forzada, el secuestro de las mujeres y niños, el asesinato, la xenofobia, el racismo, el genocidio, la extinción y las guerras,. Suele ir acompañado de la destrucción o el expolio de los bienes de los considerados enemigo: casas, tiendas, centros religiosos, etcétera. El término ha sido usado históricamente para justificar actos de violencia indiscriminada, sean espontáneos o premeditados.

NACIONALISMO
El nacionalismo es una ideología y un movimiento social y político que surgió junto con el concepto de nación propio de la Edad Contemporánea en las circunstancias históricas de la Era de las Revoluciones (Revolución Industrial, Revolución burguesa, Revolución liberal) desde finales del siglo XVIII.[1] También puede designar al sentimiento nacionalista y a la época del nacionalismo.
Como ideología, el nacionalismo pone a una determinada nación como el único referente identitario dentro de una comunidad política; y parte de dos principios básicos con respecto a la relación entre la nación y el estado:
El principio de la soberanía nacional: que mantendría que la nación es la única base legítima para el estado.
El principio de nacionalidad: que mantendría que cada nación debe formar su propio estado, y que las fronteras del estado deberían coincidir con las de la nación.
El término nacionalismo se aplica tanto a las doctrinas políticas como a los movimientos nacionalistas: las acciones colectivas de movimientos sociales y políticos tendentes a lograr las reclamaciones nacionalistas. En ocasiones también se llama nacionalismo al sentimiento de pertenencia a la nación propia, algo en principio identificable con el patriotismo, pero distinto si va más allá del mero sentimiento e incorpora contenido doctrinal o acción política en un sentido concreto.

LA GUERRA DEL PACIFICO EN EL PERU Y PROVINCIA DE PACASMAYO
La guerra con Chile abarcó de 1879 a 1883, las causas de esta guerra se encuentran en la grave crisis financiera por la que atravesaba Chile por lo que quiso apoderarse de las ricas Salitreras de Atacama (de Bolivia) y de Tarapacá (del Perú).
Surgido de más antes el conflicto entre Chile y Bolivia, el primero apeló al pretexto del impuesto de los 10 centavos del quintal de salitre exportado, que Bolivia había creado para agravar a la Compañía Anónima de Salitre y Ferrocarril de Antofagasta, constituida por capitalistas chilenos y que Chilenos sostenía que era ilegal porque según anterior tratado firmado entre ambos países, la exportación de salitre debía estar libre de todo gravamen. Y sin mediar mayor explicación ocupó territorio boliviano.
Mariano Ignacio Prado que gobernaba el Perú, decidió enviar al diplomático peruano Don José Antonio Lavalle, en calidad de mediador, pero Chile, deseoso de envolver a nuestro país en la contienda alegando la existencia de una alianza secreta entre Perú y Bolivia, declaró la guerra al Perú el 5 de abril de 1879, en circunstancias de que nuestro país no se encontraba preparado para ello.
El desarrollo del conflicto presenta 3 fases: la Campaña Marítima, la Campaña Terrestre del sur y La Campaña de Lima, con la resistencia, hasta el tratado de Ancón.
La campaña marítima debía definir el dominio del Pacífico, necesario para conducir fuerzas al teatro de la guerra, ya que ni Chile ni el Perú, disponía de caminos o ferrocarriles. Esta era la razón por la cual, Chile, de tiempos atrás, había cuidado de conformar convenientemente su escuadra.
Esta campaña registró los siguientes principales combates: El de Iquique, el 21 de mayo de 1879, en le que nuestro monitor "Huáscar" hundió a la cañonera chilena "Esmeralda", mientras nuestra Fragata "Independencia", al perseguir a la "Covadonga", encalló en Punta Gruesa perdiendo así el Perú la mejor unidad de nuestra escuadra; el Combate de Angamos, el 8 de octubre del mismo año, en que el monitor "Huáscar", después de admirables hazañas, fue cercada por la naves enemigas y capturada cuando el abordaje consiguió cerrar sus válvulas que habían sido abiertas por los defensores para que no cayera en manos del enemigo.
El comandante del monito, don Miguel Grau, llamado "El Caballero de los Mares", murió heroicamente en la acción, acompañándole muchos en el paso a la inmortalidad, la pérdida de nuestro Huáscar dio a Chile el dominio del mar.
La Campaña Terrestre del Sur, comprendió: La de Tarapacá y la de Tacna y Arica. La de Tarapacá registra las siguientes acciones, la captura de Pisagua, defendida por el teniente coronel Isaac Recabarren (2 de noviembre de 1879); la batalla de San Francisco (18 de noviembre), adversa al Perú; y la batalla de Tarapacá (27 de noviembre), en la que nuestras fuerzas sin embargo de estar cansadas derrotaron a los chilenos.
Mientras se realizaban estos acontecimientos, se habían operado cambios políticos en el Perú y Bolivia. El presidente Prado, como dijimos anteriormente emprendió viaje al extranjero, dejando el poder al anciano general La Puerta, quien fue puesto el 21 de diciembre por don Nicolás de Piérola que asumió la dictadura en horas graves para la patria.
En Bolivia, como el presidente Hilarión Daza, ganado por la diplomacia chilena, se volvió traidor de a quebrada de Camarones, dejando de auxiliar al ejército de Tarapacá, un comicio popular destituyó a Daza y poco tiempo después un nuevo motín llevaba a la presidencia al general Narciso Campero. La Campaña de Tacna comprendió: la batalla de Alto de la Alianza (26 de mayo de 1880) con la intervención de las fuerzas bolivianas al mando de Campero y que fue adverso a los aliados; y la de Arica: (7 de junio del mismo año) en que todos sus defensores cumplieron más que su deber, siguiendo el heroico ejemplo del anciano coronel, don Francisco Bolognesi.
La campaña sobre Lima de inició con el desembarco del ejército chileno en Pisco y Chilca entre noviembre y diciembre de 1880, culminó esta campaña con las acciones de San Juan (13 de enero de 1881) y de Miraflores (15 de enero), adversas al Perú y que determinaron la ocupación de la capital por los chilenos.
Cáceres organizó la resistencia en el centro y tras heroicas marchas obtuvo sobre el enemigo las siguientes victorias de Pucará (5 de julio de 1882), Marcavalle y Concepción (9 de julio); mientras Iglesias en el norte había obtenido el triunfo de San Pablo (13 de julio).
Conducido preso a Chile el presidente provisorio, Dr. Francisco García Calderón, designado por una asamblea de notables, reunida en Lima, por no aceptar condiciones de paz, concesión territorial considerando que una victoria sobre Chile era casi imposible; y ante el fracaso de las negociaciones de paz con la intervención de Los Estado Unidos del anterior, Iglesias dirigió una proclama a la nación, desde la hacienda Montan, instando al país a negociar la paz con Chile, por nuestros propios medios, así convocó una asamblea legislativa que le nombre presidente regenerador y la autorizó hacer la paz con Chile.
Los chilenos, al constatar la sinceridad de Iglesias, decidieron negociar la paz con el. Pero como estas podrían ser entorpecidas por Cáceres o su actitud de resistencia podría determinar que los peruanos no aceptaran condiciones severas, decidieron eliminar al héroe de la Breña, logrando derrotarlo en la batalla de Huamachuco, el 10 de julio de 1883, habiendo sido el mártir de esta acción, el coronel Leoncio Prado.
El tratado que puso fin a la guerra fue el de Ancón, firmado el 20 de octubre de 1883, por el cual el Perú cedía a Chile definitivamente la provincia litoral de Tarapacá y este último quedaría en posesión de Tacna y Arica, hasta por 10 años.
Concluidos estos diez años, se llevaría a cabo plebiscito o consulta popular, para saber si esta provincias se incorporaba al Perú o continuaban en poder de Chile. El país favorecido daría al otro, 10 millones de pesos.
Las consecuencias de la guerra fueron: La perdida total de nuestra riqueza salitrera y parte del guano; depresión completa de nuestras industrias y comercio; destrucción de las haciendas azucareras de la Costa desaparición de nuestra moneda, y de muchas fortunas privadas; la ruina de nuestro crédito exterior y el hecho de tener fronteras con Chile.

EL CLIMA PREVIO A LA GUERRA
Seria ingenuo reducir la causa de la guerra a una ineficaz negociación en los días anteriores al estallido del conflicto. El Perú llegó carente de preparación al reto de 1879. La república no había logrado (a pesar de los numerosos textos constitucionales que lo intentaron) organizarse debidamente, ni había frenado el desbocado militarismo que padeció.
No había sabido administrar su pobreza inicial, ni la inmensa riqueza que le llegaría desde la tercera década de vida independiente (guano y salitre). No supo dar los pasos indispensables para integrar a la población andina a la nación, ni llevo adelante una eficaz política inmigratoria. Despilfarró una enorme riqueza, lo que originó una falsa sensación de prosperidad que debilitó las energías nacionales para administrarla con cautela y, por otra parte, despertó la ambición de nuestro vecino meridional..
No había sabido manejar el endeudamiento nacional con precaución, invirtiendo en obras productivas. Esos ingresos fueron derrochados hasta la irresponsabilidad, mientras se sobredimensionaba la capacidad de endeudamiento del país hasta la exageración. La imprevisión había sido la causa de muchos de aquellos males, pero ésta merece ser explicada. Lo imprevisto puede ser tan súbito o repentino que realmente nadie puede figurárselo. No es ése el caso de los sucesos anteriores a la guerra del 79, que fueron previstos por algunos o por muchos.

LOS PREVISIBLES IMPREVISTOS
Para el desastre económico en el que llegamos al 79 bastaría señalar, aunque hay testimonios anteriores, las expresiones de Manuel Pardo en La Revista de Lima, el año 1860, diecinueve años antes del conflicto, en que reclamaba la urgente inversión de los ingresos del guano para evitar lo que él llamaba "el cataclismo que indudablemente tiene que sobrevenir algún día y que está quizá muy lejos".
Ello ocurría, según Pardo, cuando se acabara el guano, lo que consideraba "como la extinción de la renta del Perú, como la bancarrota fiscal de nuestro país". Para evitar el "cataclismo" y la "bancarrota", él urgía a utilizar los ingresos del guano, como no se había hecho con anterioridad, "en caminos que unieran nuestros departamentos o en riego para nuestro suelo feracísimo.
No se podría decir, entonces, que la quiebra económica del país, cuya manifestación externa más visible fue la declaratoria de su moratoria del primero de enero de 1876, no se había previsto con claridad. Bastaría recordar que, al margen de escasos y a veces superfluos trechos ferroviarios (como es el caso de la vía Lima – Chorrillos), nada de gran progreso se había hecho al respecto. Se emprendió la construcción de la vía que sería Lima – La Oroya, verdadera columna vertebral del país, cuando ya los recursos se habían derrochado y hubo que recurrir a gravosos préstamos externos.
EL EXPANSIONISMO CHILENO
Los anuncios del expansionismo chileno hacia el Perú fueron motivo de numerosos y reiterados artículos en diversos periódicos limeños con El Comercio, La Patria, La Sociedad, La Nación y El Nacional, gran parte de ellos a lo largo del segundo semestre de 1872. Sin embargo, quienes dirigían el país no los tomaron en cuenta.
Así, El Comercio, a partir del conocimiento que se tenía de que Chile "negociaba" territorios meridionales del Perú, publicó el 5 de noviembre de 1872 lo siguiente: "... y como dijimos antes que la absorción del departamento de Moquegua sería no menos imposible y temeraria que la aniquilación de la nacionalidad boliviana".
En ese entonces, el departamento de Moquegua abarcaba hasta el extremo del Perú: comprendía el departamento de Tacna, creado como tal en 1875, y Tarapacá, convertida en departamento por una ley del mismo año que nunca fue promulgada.
Entonces, Chile ofrecía el sur del Perú a Bolivia, a condición de que Bolivia le entregara su propio litoral. Esto queda evidenciado por lo que publicaba La Patria el 13 de octubre de 1872. "Chile parece desconocer la conformación geográfica de Bolivia, cuando le aconseja ambicionar el puerto de Arica, cediéndole sus propios puertos en Atacama. Error crasísimo es creer que el norte y el sur de Bolivia pueden importa y exportar por lo mismos puertos. Arica surte a los departamentos septentrionales de La Paz, Oruro y Cochabamba; y Cobija a los meridionales de Sucre, Potosí y Tarija". Cotejando la proximidad de estos artículos y sus fechas puede entenderse por qué se firmó la Alianza de febrero de 1873.

EL PRETEXTO PARA LA GUERRA:
Desde 1866, Chile había logrado encandilar al presidente boliviano Mariano Melgarejo, quien desaprensivamente hizo concesiones perjudiciales a la integridad territorial altiplánica. Caído el dictador Melgarejo, en 1871, Bolivia intentó rectificar el acuerdo, pero lo único que logró fue consagra la situación que suponía el tratado de 1866, que fijaba la línea del paralelo 24° S. como límite entre ambos países y ponía fin a la repartición "por mitad de los productos..." que se exportaban entre los grados 23 y 25 que acordaba este tratado.
En contraparte, por aquella "renuncia" que hacía Chile a tal mancomunidad, el nuevo tratado de agosto de 1874 señalaba: "Los derechos de exportación que se impongan sobre los minerales explotados en la zona de terreno de que hablan los artículos precedentes no excederán la cuota de la que actualmente se cobra; y las personas, industrias y capitales chilenos no quedarán sujetos a más contribuciones de cualquier clase que sean, que a las que al presente existen. La estipulación contenida en este artículo durará por el término de veinticinco años".
Sin embargo, en febrero de 1878, el presidente boliviano Hilarión Daza ordenó la creación de un impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado.
Tal situación hizo que la compañía salitrera chilena acudiera ante su gobierno para que protestara. La solicitud fue rápidamente atendida, la que se explica también por el hecho de que prominentes miembros del gobierno chileno eran accionistas de esas empresas.
El reclamo chileno fue admitido inicialmente por Bolivia, que suprimió el tributo. Sin embargo, a fines del mismo año el gobierno boliviano ordenó que la compañía abonara el pago respectivo, que, desde la creación del tributo, ascendía a noventa mil pesos. Ante reclamos de la compañía chilena, el gobierno boliviano declaró que, de no hacerse el pago, reivindicaría la propiedad sobre las salitreras.
El 14 de febrero de 1879, el gobierno chileno respondió con el desembarco de tropas en Antofagasta. La guerra se había iniciado, aunque Chile no la había declarado oficialmente.
Dispuesto a evitar la guerra, el gobierno peruano dispuso el envío del diplomático José Antonio de Lavalle a fin de ofrecer la mediación del Perú en la contiendo boliviano-chilena. La presencia de Lavalle en Chile, desde su desembarco en Valparaíso, se vio teñida por actos hostiles pro el conocimiento que tenía Chile, desde casi los mismas días de su firma, del Tratado de alianza defensiva peruano-boliviano de 1873.
El Perú había aceptado la solicitud boliviana de dicha alianza al tomar conocimiento de las adquisiciones bélicas que iba realizando Chile y sus evidentes avances territoriales hacia el norte, a fines de 1872.
El tratado había sido firmado el 6 de febrero de 1873 y era de carácter defensivo y no compulsivo, pues cada parte se reservaba el derecho de calificar los actos que podrían llevar a hacer efectiva la alianza. Una cláusula añadida le daba el carácter de secreto.
Chile, que por muchos años se había preparado para apoderarse del litoral boliviano y peruano, encontró en la negativa de Lavalle a declararse neutral el pretexto que necesitaba. La mediación peruana fue rechazada y se conminó a Lavalle a abandonar el territorio chileno, cuando ese país ya se disponía a declarar la guerra al Perú.

LA CAMPAÑA MARÍTIMA:
El 5 de abril de 1879, el gobierno chileno anunció por bando la declaratoria de guerra al Perú.
La guerra debía tener como primer escenario el mar. Por eso, ni el ejército chileno intentó desplazarse hacia el norte (Tarapacá o Tacna) no el ejército peruano lo intentó hacia el sur.
El ejército y la marina peruanos se hallaban casi en estado de postración, como lo constataría José Antonio de Lavalle al regreso de su frustrada misión en Chile.
La superioridad militar chilena se hizo evidente desde el inicio de la guerra, aunque la historiografía chilena haya pretendido negarla.
El cuadro comparativo de las fuerzas navales de uno y otro país exhibe la ventaja de Chile. Sus naves eran más numerosas y más modernas; sus blindados, por ejemplo, tenían diez años menos de antigüedad. Entre unos y otros, la guerra de secesión norteamericana y la guerra de Crimea suscitaron avances en la arquitectura naval. En pocos años, el Huáscar y la Independencia, que en su momento fueron buques de primera, quedaron separados.
Se podría graficar lo que afirmamos comparando las cuatro pulgadas y media de blindaje de las naves peruanas con las nave pulgadas del Cochrane y del Blanco Encalada. Por lo demás, estos últimos poseían doble hélice, que les permitía mayor capacidad de maniobra. Su artillería aventajaba a la nuestra en número y en adelantos técnicos. La superioridad chilena se deducía, empero, a las distancias tecnológicas. En el orden humano, debido a la calidad marinera de la oficialidad, la ventaja concluyente era para el Perú. El trajín de la guerra así lo demostró.
Aún conociendo la superioridad en el mar, los chilenos no dieron el primer paso: las naves se mantuvieron inactivas las cinco primeras semanas. El alto mando chileno no resolvía si limitarse a esperar la iniciativa peruana o, como su poderío lo permitía, avanzar y bloquear el Callao.
Sólo el 16 y el 17 de mayo el Cochrane y el Blanco Encalada, en convoy con el Chacabuco, el O’Higgins, el Abtao, el Matías Cousiño y el Magallanes salían desde Iquique rumbo al norte.
Las precauciones fueron grandes para evitar que se conociera el hecho y para ello optaron por navegar distantes de la línea de la costa. De esa manera , el factor sorpresa, se pensaba, produciría el éxito completo en el primer encuentro de las escuadras.
Williams Rebolledo, comandante de la escuadra chilena, se proponía, no bloquear el puerto donde imaginaba se hallaba la escuadra peruana, sino hundirla en su totalidad en un primer encuentro. El Abtao, convertido en una suerte de brulote, lanzado contra las otras naves chilenas, en especial los blindados, hundirían el resto de la escuadra defensora del primer puerto peruano.
El plan preparado por Rebolledo partía de un supuesto: la escuadra peruana, menos numerosa, de menor blindaje y escaso poder de fuego, no debía haber salido de la bahía chalaca.
La sorpresa de Rebolledo fue mayúscula. Por algunos pescadores tomados en las islas Hormigas, supo de las naves peruanas habían salido rumbo al sur hacía cinco días. Su desilusión creció al comprender que las dos débiles naves que había dejado protegiendo Iquique podrían ser atacadas por las superiores naves peruanas.

IQUIQUE: 21 DE MAYO
La escuadra peruana abandonó la rada del Callao rumbo al sur el 16 de mayo. El convoy debió desprenderse pronto de los monitores Atahualpa y Manco Cápac, cuyo lentísimo andar hacía retardar la marcha.
Las naves que iban al sur eran el Oroya, que con andar rápido llevaba al presidente de la república y su Estado Mayor, la Independencia, el Huáscar, el Chalaco y el Lima. Se llevaban soldados, artillería, municiones y pertrechos en general para las tropas que acantonarían al sur.
Ambas de madera, de andar lento, hacían presagiar que, ante las peruanas, de mayor velocidady blindadas, serían presa fácil. Las acciones de Iquique, el 21 de mayo de 1879, mostraron, evidentemente, la falta de preparación con que el Perú llegó al conflicto.
En las primeras juntas de marinos, en los días inmediatos a la guerra, Grau propuso demorar la expedición al sur, ya que las tripulaciones requerían de ejercicios de artillería y maniobras.
En la práctica, nuestras naves carecían de artillería. More afirmó que toda su tripulación era nueva.
La falta de preparación consta en el largo tiempo en que se recurrió a la artillería sin resultados, lo que llevó al recurso del espolón ante naves inferiores: viejos buques de madera, casi inútiles, con máquinas en tan mal estado que, al no poder rendir más de seis millas, no pudieron acompañar a las demás naves chilenas que debían asaltar el Callao y hundir la escuadra peruana.
La pérdida de la Independencia, la nave más poderosa del Perú, terminó por consagrar la ventaja chilena en le escenario marino. A partir de ese momento, los chilenos imaginaron un fácil triunfo en el mar.
Sin embargo, por algún tiempo, siguió la lucha por el mar y, así, Antofagasta, Itata, Patillos, Iquique, Ilo, Arica, Pisagua, Huanillos y Mollendo continuaron siendo escenarios de la presencia del Huáscar, muchas veces acompañado por la unión.
Las disminuidas condiciones marineras del Huáscar, que necesitaba mantenimiento, hicieron que el comandante Grau lo internara en el Callao el 7 de junio. Hechas las reparaciones más urgentes, un mes mas tarde, el 6 de julio, salía a navegar nuevamente rumbo a Arica con escala en Mollendo. Mientras el Huáscar era reparado en el Callao, se mantuvo la inmovilidad del poder naval chileno. En ese lapso, la Unión, aprovechando su rápido desplazamiento, realizó audaces incursiones hasta Tocopilla.
ANGAMOS:
Chile, ya capturado el Rímac y renovado sus mandos, se concentró en la toma del Huáscar. El nuevo ministro de guerra, Rafael Sotomayor, distribuyó las naves de la escuadra chilena, que hasta entonces marchaban en convoy, en dos divisiones: la primera la constituían el Cochrane, el O’Higgins y el Loa; la segunda el Blanco Encalada, la Matías Cousiño y la Covadonga.
Las naves chilenas recibieron los mejores cuidados. Los transportes fueron armados con la artillería recién llegada de Europa. El Cochrane recibió reparaciones que le hicieran recuperar su andar original. El O´Higgins y el Chacabuco, con caderas nuevas y fondos limpios, aumentaron su capacidad bélica.
Puestas las naves en las mejores condiciones, Galvarino Riveros, nombrado comandante de la escuadra chilena, se dispuso a llevar adelante la estrategia que debía acabar con la presencia del Huáscar en el Pacífico.
La treta dispuesta para obligar al Huáscar al combate se basó en el hecho observado reiteradamente por los marinos chilenos, de que cuando el Huáscar venía desde el sur, al encontrarse son naves enemigas, emprendía marchas al oeste para luego
enrumbar nuevamente al norte, escapando gracias a su velocidad y ala destreza marinera de su comandante Miguel Grau.
Reunidas las naves, la estrategia prevista se puso en ejecución. Riveros supo el 4 de octubre, en Arica, que las naves peruanas Huáscar y Unión se hallaban al sur. Ordenó al capitán de fragata Juan José Latorre, comandante del Cochrane, que, al frente de su división, se dirigiera a Mejillones. El resto de las naves, que navegaba mar adentro y a unas veinte millas, partiría posteriormente.
El 8 de octubre de 1879 a las tres y media de la madrugada el Huáscar y la Unión, que llegaban de Antofagasta, divisaron tres humos, constancia indudable de la presencia de naves enemigas. Grau actuó como otras veces, ya que no había otra posibilidad, y enrumbó al oeste para continuar luego al norte. A las 7:15 a.m. se pudieron distinguir hacia el norte, cerrándoles el paso, otros tres humos. Eran el Cochrane, O´Higgins y la Loa.
En la convicción de que eludir el combate ante fuerzas tan superiores era imposible, el comandante Grau se dispuso a cumplir con su deber. Ordenó al comandante de la Unión huir, lo que permitió la salvación de aquella nave.
A los veinte minutos de iniciada la acción, una granada lanzada desde el Cochrane "chocó en la torre del comandante, le perforó y estallando dentro hizo volar al contralmirante Señor Grau, que tenía el mando del buque, y dejó moribundo al teniente primero don Diego Ferré, que le servía de ayudante", según consta en el parte del combate firmado en San Bernardo, el 16 de octubre, por Manuel Melitón Carbajal. Se continuó el combate con singular coraje de parte de los defensores del monitor Huáscar, cuyo blindaje, que llevaba tan valiosa carga, no tenía, sin embargo, resistencia ante las poderosas baterías de las naves chilenas.
El combate fue tenaz y sostenido, y se sucedieron en el comando de las naves peruanas los oficiales Aguirre y Rodrigues, hasta que, no quedando nada por hacer, el último comandante del Huáscar, el teniente primero Pedro Gárezon, ordenó abrir las válvulas para hundir el buque. La nave, ya incapacitada para la defensa, sufrió el abordaje del enemigo.

LA CAMPAÑA TERRESTRE
Cuando Prado desembarcó en Arica encontró ya a las tropas bolivianas. Se inició entonces u largo periodo de maniobras destinadas a la preparación de las fuerzas de tierra.
Entre el 11 y el 15 de noviembre, Daza avanzó hacia Tarapacá con parte de sus tropas andinas, y luego regresó de la quebrada de Camarones rumbo a Arica a través del desierto. Para entonces el ejército chileno ya había emprendido la primera acción sobre territorio peruano: el asalto de Pisagua. Las filas invasoras estaban conformadas por unos 10 mil hombres protegidos por naves de guerra al mando de Erasmo Escala.
Los mil doscientos defensores de Pisagua, mayoritariamente bolivianos, lucharon por más de siete horas, pero lo improvisado de la resistencia, el humo de los quintales de salitre que se incendiaron y la superioridad numérica de los asaltantes facilitaron la acción de éstos.
Los defensores, peruanos, se retiraron hacia San Francisco en desorden y sin haber destruido la línea del ferrocarril y las locomotoras, que facilitaron el desplazamiento del enemigo. Parte de las tropas bolivianas se internaron en la serranía rumbo a su patria. Ya en San Francisco, las fuerzas, entonces fundamentalmente peruanas, recibieron la sombría noticia de la retirada de Daza, tres días antes.
En esas condiciones, con un ejército con la moral quebrantada, se libró la batalla de San Francisco el 19 de noviembre de 1879. El coraje y la valentía mostrados por muchos jefes y soldados no podrían compensar la ventaja manifiesta de los atacantes: mejor artillería, municiones, fusiles, calzado, alimentación y uniformes. La retirada del ejército mostró sus clamorosas carencias de caballería y artillería. Ni siquiera contaban con una brújula para orientarse en aquel desierto. Loa guías improvisados erraron el rumbo.
La prevista retirada a Arica hacia el norte se convirtió en una insólita marcha hacia el sur, precisamente donde no se contaba con ningún apoyo y era segura la presencia chilena.

TARAPACÁ
El 22 de noviembre el "ejército del sur" llegó a Tarapacá. Su situación se vio más comprometida cuando se conoció la noticia de que la guarnición de Iquique había abandonado el puerto.
Tarapacá conjuga el nombre de la significativa victoria peruana en la compaña del sur y la derrota en la guerra en su totalidad. Provincia ambicionada por el enemigo, el país debió entregarla años más tarde como condición impuesta por el enemigo para firmar la paz.
El 27 de noviembre los peruanos acantonados en Tarapacá tomaron conocimiento, gracias a un humilde arriero, de que tropas chilenas se acercaban. Belisario Suárez, jefe de Estado Mayor, tomó la iniciativa: atacó y derrotó, cuando todo hacía prever lo contrario, al muy bien apertrechado, aunque inferior en número, ejército enemigo.
Sin embargo, a pesar de la victoria se tuvo que abandonar aquel teritoria, pues se conocía la aproximación de las tropas enemigas desembarcadas en Iquique y de otros refuerzos que se sumarían a las derrotadas tropas chilenas. Por otro lado, la ausencia de caballería peruana hizo posible que los vencidos se reconstruyan con facilidad.
Así, en retiro de los peruanos se emprendió en precarias condiciones y, al ingresar a Arica, donde se ignoraba el heroísmo de esos hombres en Tarapacá, el contralmirante Montero procedió a enjuiciar al general Buendía y al coronel Suárez, que fueron hechos prisioneros.

EL VIAJE DE PRADO
Prado había abandonado el Perú y había dejado en el poder, una vez más, al enfermizo y reblandecido general La Puerta. Para ausentarse del país, hizo uso de la autorización legislativa de medio año antes, que apuntaba a que, en caso de que la guerra fuera feliz, avanzaría boliviano y, eventualmente, hacia territorio enemigo.
La razón del viaje esgrimida por el presidente se fundamentó en la necesidad de su presencia en Europa con el fin de adquirir las naves indispensables para una guerra que, según juzgaba, se prolongaría por mucho tiempo. Acertado o no, el juicio de la historia se ha inclinado por censurar acremente la actitud del presidente Mariano Ignacio Prado.

PIÉROLA AL PODER:
El descontento nacional se hizo mayor ante el desconcierto que suscitó el viaje presidencial. Las manifestaciones populares mostraron una entusiasta adhesión a Nicolás de Piérola. No se entendía que, habiendo La Puerta sido incapaz de reemplazar al presidente durante su ausencia en Lima, se le dejase en el poder, dueño de una mayor responsabilidad. Ausente Prado del país, el absurdo era mayor. Piérola asumió entonces el poder. No necesitó arrebatarlo, pues era claro que el país, en plena guerra, extrañamente, había quedado en manos de nadie.
El descontento popular y el apoyo de la guarnición de Lima encumbraron a Nicolás de Piérola en momentos de gravísima dificultad nacional. El 23 de diciembre de 1879 decretó la dictadura y asumió la plenitud del poder.
Hechos semejantes ocurrían en Bolivia. Se acusaba a Daza de haber ordenado la retirada de las tropas bolivianas desde Camarones y de la derrota de San Francisco. Hubo pronunciamientos en Tacna y La Paz que desconocieron su autoridad. El general Narciso Campero fue ungido presidente.

CAMPAÑAS DE TACNA Y ARICA
Ocupada Tarapacá, el Estado Mayor chileno dudó sobre si debía arribar a Lima o tomar Tacna y Arica. Esta última opción ofrecida la ventaja de interponerse entre el sur del Perú, Tacna fundamentalmente, y Arequipa, donde se estima había abastecimiento en hombres y pertrechos para los peruanos.
Los primeros desembarcos ocurrieron a fines de diciembre, con proyecciones a Pacocha, Ilo y Moquegua, pero el grueso del ejército chileno desembarcó en Ilo el 25 de febrero de 1880, al mando del general Baquedano.
Miles de hombres, en 18 naves entre militares y de transporte, sin encontrar resistencia, acantonaron y organizaron su mejor sistema de abastecimiento de agua, provisiones y elementos de movilidad, cuyas necesidad se sabía imprescindible desde la experiencia de Tarapacá.
La presencia de las tropas chilenas dio origen a algunos encuentros, como el de Los Ángeles, donde unos mil hombres al mando del coronel Gamarra fueron derrotados. Aquellos reclutas en su mayoría puneños y cuzqueños, se dispersaron. Otra cara de la moneda la ofrecía Gregorio Albarracín, que reuniendo gente de Tacna organizó un escuadrón. Su presencia en la guerra desde Tarapacá había demostrado su capacidad de liderazgo y lo había convertido en guerrillero por excelencia.
Albarracín es el símbolo de muchos que desde el anonimato mantuvieron el rechazo al invasor. La constante hostilización al enemigo fue más allá de la batalla de Tacna. Sama y Locuma fueron los escenarios predilectos de sus acciones. Conocido como el "centauro de las vilcas", cayó víctima de su arrojo y su acción constante en octubre de 1880.

ARICA, SIMBOLO DELHEROISMO PERUANO
El 3 de abril de 1880, el coronel Francisco Bolognesi asumió la jefatura de la plaza de Arica. La importancia del puerto como contacto marítimo como con el norte del país le daba una significación muy particular.
Consumada la derrota de Tacna, la suerte de la guarnición de Arica estaba echada. Se podía abandonar el territorio marchando rumbo al este, internándose en la sierra, para, describiendo un gran arco, alcanzar Arequipa o eventualmente Lima. La presencia chilena al norte en Tacna y al sur de Tarapacá cerraba esas rutas. Al oeste, poderosas naves en la bahía hacían imposible cualquier intento. Había otra opción: quedarse en Arica, donde sin duda morirían.
El 28 de mayo, conociendo el revés de la antevíspera, el coronel Bolognesi convocó a un consejo de guerra, que decidió la defensa de la plaza. Glorioso día de la decisión, cuando aún había escapatoria hacia el este, aquel puñado de excelsos guerreros prefirió libremente ofrendar la vida por la patria.
El 2 de junio las avanzadas chilenas alcanzaron las inmediaciones de Arica. Prefirieron no asaltar de inmediato el morro e iniciaron un bombardeo continuo con su poderosa artillería. Los sitiadores ofrecieron por boca de un parlamentario, Juan de la Cruz Salvo, una honrosa capitulación.
Luego de conferenciar con su Estado Mayor, el coronel Bolognesi hizo saber al emisario "que estaba dispuesto a salvar el honor de su país quemando el último cartucho".
El 7 de junio de 1880 las tropas invasoras emprendieron el asalto del morro de Arica. Entonces supieron de la exacta correlación entre la frase del jefe y la acción que ejecutaban los defensores del morro. Acosados por diversos ángulos, no dieron tregua al enemigo, superior tres veces en número. Desde la bahía, las naves chilenas acrecentaban la desventaja de los defensores. La historia reconoce en Arica una de las páginas más honrosas de la historia militar del Perú.


PATRICIO LYNCH Y LA EXPEDICION REPRESIVA AL NORTE PERUANO
Patricio Javier de los Dolores Lynch Solo de Zaldívar (Santiago de Chile, 1 de diciembre de 1824 - alta mar, cerca de Tenerife, 13 de mayo de 1886), conocido como Patricio Lynch, fue un Vicealmirante de la Armada de Chile, General en Jefe del Ejército de ocupación del Perú y ministro plenipotenciario de Chile en España.

Fue el quinto Vicealmirante de Chile, nombrado el 8 de agosto de 1883. Apodado, en Chile, el "Último Virrey del Perú" por su labor y operaciones realizadas en la ocupación de ese país.
Fue hijo de Estanislao Lynch Roo, argentino de origen irlandés, y de Carmen Solo de Zaldívar Rivera. Inició su carrera en la Escuela Militar, de la que pasó a la armada a los 13 años. Participó en la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, en la Primera Guerra del Opio de parte de Inglaterra y en la Guerra del Pacífico.[1] Murió a bordo del vapor inglés Cotopaxi, en Tenerife.
En 1881 fue integrado al ejército, participando en las batallas de San Juan y Miraflores. Como comandante de la primera división chilena, su actuación en estas batallas mereció que sus soldados lo aclamaran como "héroe de Chorrillos".
Fue llamado "el príncipe rojo" por los chinos que liberó en Cerro Azul, quienes trabajaban en condiciones de semi esclavitud en las haciendas peruanas. Su conocimiento del idioma chino le permitió reclutarlos como fuerzas auxiliares del ejército chileno. En 1881, tras ser ascendido a Contralmirante, se le confirió el gobierno militar y político de la zona de ocupación, administrando los territorios ocupados en el Perú hasta 1884.

EXPEDICIÓN DE PATRICIO LYNCH
El Gobierno chileno organiza una expedición con el objeto de hostilizar al enemigo en el norte del Perú.
Compuesta por 1.900 hombres de infantería, 400 jinetes, 3 cañones Krupp de montaña, una sección del cuerpo de ingenieros y una ambulancia. Un total de 2.600 hombres al mando del Capitán de Navío Patricio Lynch.
Zarpo rumbo al norte desde Arica el 4 de septiembre de 1880, desembarcando el 10 del mismo mes en el puerto de Chimbote, donde no encontraron resistencia, siendo usado el lugar como centro de operaciones de esta división.
El mismo día en la tarde, el Comandante Lynch con 400 hombres se interno hacia las haciendas azucareras de Puente y Palo Seco, propiedad de don Dionisio Derteano, amigo personal del presidente del Perú, Nicolás de Piérola. Se le impuso una contribución de guerra de $100.000 pesos, que deberían pagarse antes de tres días. En el ínter tanto, algunas partidas e caballería recorrían campos y pueblos aledaños, sin encontrar la menor resistencia.
Al enterarse de esto Nicolás de Piérola dicto un decreto que prohibía pagar contribuciones de guerra al enemigo, lo que hizo que el propietario de las azucareras anteriormente nombradas, se negara a pagar, escudándose en aquel decreto. Patricio Lynch, al saber la negativa de del señor Derteano, envió una carta a este que decía lo siguiente: En vista de su comunicación, he dado ordenes para que se proceda a la destrucción de su propiedad.
No he tomado en consideración a su resistencia al pago de la contribución exigida la orden de su presidente, porque esa orden no tiene valor alguno según las prescripciones del derecho de guerra.
El señor jefe supremo de la república del Perú podría disponer lo que estime conveniente en el territorio sometido a su soberanía, pero no puede exigir obediencia en la parte del territorio ocupado por nuestras armas. Las haciendas fueron totalmente destruidas. En un galpón, las tropas chilenas encontraron encerrados 200 esclavos chinos, a los cuales el comandante chileno restituyo la libertad y estos como hombres libres se declararon dispuestos a seguir al príncipe rojo, como se le conoció desde ese momento, donde fuese en señal de agradecimiento.
Luego la expedición se dirigió a Supe, donde destruyo algunos edificios e hizo tomar el ganado necesario para la alimentación de su tropa. Se embarcaron nuevamente el día 17 de septiembre, ahora con destino al puerto de Paiza, donde se dirigió a la estación de Huaca, destruyendo todo el material rodante del ferrocarril.
Los chilenos se movían con absoluta libertad en pleno territorio enemigo destruyendo líneas de comunicación y cobrando contribuciones de guerra. La expedición Lynch, con la fuerza de 2.600 hombres, recorrió los departamentos más ricos y poblados del Perú, sin que en ninguna parte se organizara una fuerza capaz de oponerle la menor resistencia y sin mas perdidas que la de tres hombres.
Como resultado de las contribuciones de guerra se habían logrado reunir $ 29.050 libras esterlinas, $ 11.428 pesos de plata, $5.000 pesos en papel moneda, algunas barras de oro y plata y gran cantidad de mercaderías y productos de esas regiones.

LA CAMPAÑA DE LA BREÑA
La ocupación de la capital desplazó el centro de la lucha al interior del país, pues aunque el ejército regular estaba diezmado, los jefes, oficiales y soldados sobrevivientes lo mismo que la población civil no estaban dispuestos a rendirse definitivamente, ya que no aceptaban todas las condiciones de paz que querían imponer los invasores.
Así, acabó siendo la sierra la región donde se decidiría la suerte del Perú. Lima era el centro político y económico, pero las tierras altas son hasta la actualidad la zona medular del país. Esto no lo entendió Chile hasta que tuvo que hacer frente a la campaña de La Breña o de la resistencia.
La última etapa de la guerra tomó el nombre de "La Breña" por el territorio donde se desarrollaron las principales acciones. Esta tierra accidentada y hostil a los invasores, ubicada en la sierra central entre Ayacucho y Junín, ha pasado a la historia como "La Breña" y los luchadores fueron conocidos como "los breñeros".
Los breñeros fueron la base para la constitución del ejército del centro. Ellos permitieron la recomposición de las fuerzas nacionales, luego de la campaña de Lima, y los que alentaron la esperanza de Cáceres después de la derrota de Huamachuco.
ACTITUDES FRENTE A LA CAMPAÑA DE LA RESISTENCIA:
El jefe supremo Nicolás de Piérola, al retirarse hacia la sierra central, se estableció, inicialmente, en Jauja, de donde pasaría a Ayacucho. Designó tres jefaturas para el ejército: la del norte, a cargo de Lizardo Montero, la del centro, que puso en manos del coronel Juan Martín Echenique, y la del sur, que desde hacía algún tiempo ejercía Pedro Alejandro del Solar.
La idea de estas jefaturas era continuar la guerra, al no ofrecer condiciones propicias para la paz. Sin embargo, fue Andrés Avelino Cáceres quien encabezó la resistencia. A su llegada a Jauja y, luego de su entrevista con Piérola, éste le encargó la dirección de la guerra en el centro (26 de abril de 1881).
El nuevo jefe militar del centro demoró en la formación del nuevo ejército, dado que no disponía de los recursos indispensables para ello, pero consiguió crear una mística en la mayoría de los pueblos a su cargo, de los cuales poco a poco consiguió hombres, vituallas, dinero y algunas armas.
La actitud de la sociedad en sus diversos niveles frente a la compaña de La Breña fue casi unánime en cuanto a su participación, ya sea directamente o, por lo menos, apoyándolo de acuerdo con sus posibilidades.
Es cierto que al principio hubo divisiones entre Piérola y Cáceres debidas a la formación del gobierno de la Magdalena, pero más adelante Cáceres llegó a ser el segundo vicepresidente de aquél.
Sólo cuando Iglesias consideró indispensable la firma de la paz entró en abierta controversia son Cáceres y censuró la continuación de la resistencia. Allí se enfrentaron dos posturas contradictorias acerca del porvenir del Perú.

PRINCIPALES ACCIONES:
Julio Guerrero, secretario de Cáceres y encargado de sus memorias, en la primera nota a dicho escrito, señala cuatro periodos en el desarrollo de la compaña de La Breña.
Se improvisa un ejército y se formula la estrategia para la resistencia.

El gobernador militar chileno del Perú, Patricio Lynch, al ver que la guerra así se alargaba, decide realizar una expedición a la zona, pero su inaccesibilidad y las epidemias lo obligaron a regresar a la capital, mientras Cáceres se hacía fuerte en jauja y Tarma. Se dieron las acciones en Sangrar /26 de julio de 1881), en Canta contra Letelier, y en Pucará. Se produjo, además, la defección del comandante pierolista Panizo, quien se negó a aceptar el gobierno de Cáceres y lo enfrentó en Acuchimay (22 de febrero de 1883)
Cáceres reorganizó su ejército, se adiestraron las guerrilla y tuvieron lugar los combates de Marcavalle, Pucará y Concepción (9 y 10 de julio de 1882), que fueron victorias de la resistencia. El ejército actuaba apoyado por los grupos guerrilleros, que incursionaron, además en Canta y Huarochirí.
El ejército del centro, ante la ofensiva chilena, que concentró sus fuerzas sobre él, se retiró hacia la sierra norte, llegó hasta Huamachuco, luego de marchas sumamente duras y allí tuvo lugar, el 10 de julio de 1883, la batalla de ese nombre, que se perdió, sobre todo, por la falta de armas.
Cáceres formó el último ejército en Andahuaylas. De allí pasó a Ayacucho, de donde se retiraron las tropas chilenas de Urviola. Pero cuando los peruanos se dirigieron a Huancayo llegó la noticia de la firma del tratado de paz de Ancón.

REPRESALIAS CHILENAS
El ingreso chileno a la sierra central les ocasionó muchos inconvenientes, pues debieron enfrentar la poca colaboración de los pobladores, la guerra de desgaste aplicada por Cáceres a través de los guerrilleros y las epidemias de tifus, entre otras dificultades. No fue una campaña victoriosa como la del sur, lo cual les disgustó profundamente y los llevó a tomar represalias contra los pueblos que se atrevieran a enfrentarlos.
Uno de estos casos fue la venganza macabra que tomaron contra Teodoro Peñaloza, quien se enroló en las filas de Cáceres y colaboró en la voladura de puentes en el valle del Mantaro. Los chilenos entraron en su hacienda, la saquearon y lo quemaron vivo, junto con su madre y su criada.
En general, muchos pueblos de la sierra como Cerro de Pasco, Tarma, La Oroya, Jauja, Concepción, Marcavalle, Pucará, Zapallanga, Acostambo y Nahuimpuquio fueron objeto de depredaciones por no haber sido hospitalarios y por oponer resistencia al ingreso chileno.

LA RESISTENCIA EN EL NORTE:
La campaña de La Breña no fue la única manifestación de la decisión peruana de continuar la lucha en defensa del territorio. También quienes se retiraron a la sierra norte estuvieron dispuestos a detener al enemigo, aunque estos esfuerzos no fueron tan prolongados como los de Cáceres.
Hacia Cajamarca se re tiró uno de los héroes de la campaña de Lima Miguel Iglesias, y junto con él otros patriotas como José Mercedes Puga, hacendado de la localidad, quien colaboró en la formación del batallón Gálvez y estimuló al general Iglesias en la lucha que favoreció a los peruanos en San Pablo, el 13 de julio de 1882.
Poco después, sin embargo, ocurridas las represalias chilenas en Cajamarca contra los bienes de los principales defensores, el propio Iglesias lanzó el manifiesto de Montán con el objeto de firmar la paz con Chile. Esto le valió el enfrentamiento con Puga.


INVASION DE LA PROVINCIA DE PACASMAYO
En septiembre de 1880, luego de la caída de Tacna y Arica, los invasores chilenos procedieron a realizar una expedición punitiva sobre la costa norte, dicha expedición fue ideada y dirigida por Patricio Lynch, quien contó con el apoyo del Ministro de Guerra Vergara. El objetivo de Lynch era acabar con la riqueza de las haciendas azucareras, según Percy Cayo (historiador peruano) los chilenos querían dejar sin ingresos económicos al estado peruano para que en caso se firme una paz sin cesión territorial su recuperación sea lenta.
El inicio de la expedición Lynch se dio el 04 de septiembre de 1880, los chilenos partieron rumbo al norte desde el puerto de Arica en dos transportes que llevaban dos mil soldados. Los invasores llegaron a Chimbote y comenzaron a imponer cupos de guerra (contribuciones forzosas), una de las haciendas afectadas con los cupos fue Palo Seco cuyo propietario era Dionisio Derteano.
Patricio Lynch le dio como plazo máximo a Derteano el 12 de septiembre para el pago del cupo de guerra, como el hacendado nacional no hizo efectivo el pago, los chilenos procedieron a destruir la hacienda Palo Seco (una de las mejores de América del Sur). Las hordas invasoras también destruyeron las haciendas "El Puente" y "Rinconada" en Chimbote además del ingenio de San Nicolás en Supe.
El día 16 de septiembre de 1880 las fuerzas de Lynch estaban en el puerto de Chimbote, allí destruyeron la aduana y las 6 locomotoras que pertenecían al ferrocarril que se dirigía a Tablones. La expedición Lynch sembró terror y destrucción por toda la costa norte peruana, se atacó Eten, Chiclayo, Ferreñafe, Chepen y Trujillo, en esta última ciudad el alcalde Cecilio Cox pagó uno de los cupos impuestos por los chilenos de su propio dinero, de esa forma evitó el incencio y saqueo de la ciudad de la eterna primavera.
Para el 01 de noviembre de 1880, Patricio Lynch se encontraba en Quilca, había vuelto del norte cargado de libras esterlinas, plata, billetes peruanos y muchas especies como cacao, café, aceite, alfalfa, etc. Luego de la destrucción impuesta por el enemigo, sus tropas avanzaron hacia la ciudad de Lima y consiguieron tomarla en enero de 1881.

DESTRUCCIÓN DE LAS PROPIEDADES AGRÍCOLAS
La Derrota de las tropas peruanas en Arica (7 – 6 – 1979), significo para los chilenos la apropiación y dominio del sur peruano y de los territorios bolivianos capturados con anterioridad, y desde luego del dominio total del océano pacífico. Hasta ese entonces el escenario de la guerra había sido el sur peruano.
La región del norte del Perú no había sufrido aún las consecuencias de la guerra. Era rica y sus plantaciones de azúcar suministraban al fisco peruano entradas de consideración y las únicas atendibles después de haber perdido las riquezas guanera y los ricos yacimientos de salitre ubicados en el sur peruano.
Por otra parte, esos departamentos no cesaban en alentar la resistencia, y a pesar de los repetidos desastres experimentados en el sur, se creía en Lima que mientras se conservara intacto el litoral del norte era posible y necesario combatir.
Terminada la campaña de Moquegua, Lynch, que continuaba de Jefe político de Iquique, concibió la idea de una gran expedición de merodeo a los valles azucareros del Perú y escribió en ese sentido al Presidente Pinto quien acogió con gusto esa indicación. En el momento que el Gobierno recibía esta insinuación el Ministro de Guerra era Lillo, el que aún no había renunciado y estaba en el norte. Pinto encargó a Lynch que se viera con Lillo y le comunicara sus ideas que de antemano, el aprobaba.
Vergara firmó las instrucciones que se dieron a Lynch. Le ordena recorrer los puertos peruanos de norte a sur empezando por Paita y concluyendo por Quilca, en el departamento de Arequipa, e internarse en los valles angostos y opulentos que cortan la cordillera a mar el territorio peruano, cuidando de no alejarse demasiado de la costa – seis leguas a lo menos - para no exponerse a una sorpresa; imponer contribuciones a las propiedades particulares; destruir los ferrocarriles.
Respecto de cupos de guerra le mandaba cobrarlos “ con todo rigor” en dinero o especies, bajo pena de destruir la propiedad del que se negara a satisfacerlos, cuidando de evitarse dificultades con los neutrales, pero sometiendo a todos al rigor de la guerra a los que prestasen a encubrir las propiedades peruanas.
La comisión necesitaba un hombre de condiciones espacialísimas y con dificultades se habrían encontrado otro más apropiado que Lynch. Su designación salvo a la República Chilena de una serie de dificultades y conflictos que pudieron convertirse en serios embarazos para la continuación de la campaña.
La actividad, la firmeza, la habilidad diplomática, y sobretodo su terrible, implacable energía para con el enemigo y sus auxiliares del campo neutral, valió con justicia a Lynch el título de “Príncipe Rojo de la Guerra del Pacífico”, con que se le apodara.
Compuesto por 1900 hombres de infantería, 400 jinetes, 3 cañones Krupp de montaña, una sección del cuerpo de ingenieros, y una ambulancia. Un total de 2,600 hombres al mando del capitán de Navío Patricio Lynch.
El 4 de septiembre de 1880 zarpo de Arica la expedición Lynch en dos transportes llevando un batallón del Colchagua mandado por su Comandante don Manuel José Soffia; otro del Talca, comandante don Silvestre Urízar Garfias; 800 hombres del Buin con su primer Jefe el teniente Coronel don Juan León García; un escuadrón de Granaderos a caballo a cargo del comandante don Francisco Muñoz Bezanilla, 3 cañones Krupp de montaña, capitán don Emilio Contreras; una sección de ingenieros mandados por don Federico Stuven.
El total de esas fuerzas ascendía a 2,000 hombres. Era secretario General de la expedición don Daniel Carrasco Albano, quien desempeñaba el mismo puesto en Iquique con el Jefe Político de Tarapacá.
Las figuras salientes del cuerpo expedicionario fueron: Lynch, Carrasco Albano y Stuven. Lynch tuvo la responsabilidad de la dirección; Carrasco Albano escribió las interesantes notas dirigidas a los responsables extranjeros en respuestas a sus reclamaciones, cada vez que se tocaba la propiedad verdadera o supuesta de un súbdito de su nación; Stuven era el encargado de ejecutar la parte material de la imposición sobre las propiedades; era el jefe operativo, el encargado de hacer volar las propiedades a una sola orden de Lynch.
Se agrego al convoy en Mollendo la Corbeta Chacabuco mandada por Viel. La expedición Lynch es una repetición de actos semejantes que sucedió con fatigosa uniformidad. Llegada a un punto se pregonaba un bando del comandante en Jefe fijando el cupo del departamento o ciudad. Como el vecindario peruano se negaba a satisfacerlos, Stuven se apoderaba de los frutos de las fincas, y los embarcaba en los buques expedicionarios.
Naturalmente no era posible deslindar de ligero y sin lugar a reclamo lo que pertenecía a peruano o a neutrales, mucho más cuando estos encubrían sus propiedades de aquellos, y al punto los cónsules reclamaban por sus nacionales y también los ministros diplomáticos en Lima, entonces carrasco Albano que de antemano había recogido en cada caso informaciones en las mejores fuentes, compulsando las notarias y estudiando la correspondencia capturada.
Tenía razón cuando decía al Presidente Pinto en una de sus cartas. “Como ya te lo e indicado explicándote el objeto de la expedición la parte ofensiva de ella se reduciría a imponer contribuciones de guerra y a batir fuerzas inferiores que se opusieran a mi proyecto. De ninguna manera comprendería su objeto causar daños que no nos reportaran en provecho directo. Nada de incendios ni de destrucciones vandálicas.
Con operaciones de esta naturaleza lejos de alcanzar el fin de la guerra, se obliga al enemigo (peruano) a negarse a toda transacción, porque con ellos se hace nacer la desesperación de unas luchas sin término ni cuartel”.
A las 7 de la mañana del día 10 de septiembre de 1880, arribo la expedición al Puerto de Chimbote y fondearon allí los barcos de guerra Amazonas, Tolten y el Itata, desembarcando en el acto 2000 hombres de las tres armas mandados por el Capitán de Navío Patricio Lynch no existía en Chimbote fuerza peruana alguna, de modo que el desembarco se efectuó sin resistencia.
A la cabeza de una columna de 400 hombres penetró (Lynch) hasta las haciendas de El Puente y Palo seco ubicadas en el fértil Valle del Santa. Magníficas propiedades de Caña de azúcar y de fabricación de este producto.
Diversas partidas de caballería reconocían al mismo tiempo los campos y pueblos inmediatos, sin encontrar en parte alguna la resistencia, una de esas partidas avanzo hasta Virú, a once leguas de Trujillo. Los habitantes de esta ciudad no hicieron el menor amago de resistencia, y solo procuraron abandonar la población.
Hagamos un alto para describir las hermosas propiedades de Don Dionisio Derteano. La hacienda Palo Seco de propiedad empresario peruano, arriba mencionado, estaba valorada en más de un millón de Libras Esterlinas, en muchos de los casos conseguidos mediante hipotecas de las famosas casas financieras de Dreyfus y Graham Rowe.
El corresponsal del Mercurio de Santiago decía de la Hacienda El Puente que, antes de estos hechos, era “un verdadero palacio o más bien una serie de palacios ducales pués estaba dividido en siete cuerpos”.
Agregaba que no faltaba allí “ ni lujosas bibliotecas, ni amenos y pintorescos jardines, ni caballos y hasta perros de raza, encontrándose entre los primeros un potro que costó en Inglaterra 1,500 libras esterlinas”.
Encontramos también un párrafo referente a Palo Seco en el diario de un cirujano del ejército chileno publicado en el diario El Ferrocarril de Santiago que la confunde con El Puente. “La Hacienda de Palo Seco es muy extensa y rica.
Posee grandes potreros de caña de azúcar, alfalfales, arroz, etc. Y una gran cantidad de animales vacunos y cabalgares, algunos de ellos de pura sangre.
Los cuerpos de edificios son magníficos y el del frente, de más de una cuadra de extensión y de cinco pisos, está ocupada por la maquinaria de elaboración de azúcar, que es una de las mejores de Sudamérica, toda de rico acero y cobre; elabora quinientos quintales diarios de azúcar y su valor se calcula en 3 000,000 de pesos . El edificio de las máquinas posee cuatro torreones de defensa y una torre central con un reloj de cuatro esferas.
Encima del reloj existía la siguiente inscripción: “Hacienda El Puente propiedad del señor don Dionisio Derteano. Se colocó la primera piedra de esta obra el 5 de agosto de 1874 y se inauguró el 9 de febrero de 1876. Hizo los planos y dirigió sus ejecución el señor don James P. Cahill, ingeniero y arquitecto y su superintendencia estuvo a cargo del señor don Enrique Pincel”. Las casas son cómodas, lujosas y, como todos los otros edificios, de arquitectura moderna.
El cuerpo de edificios, de arquitectura de la derecha está ocupado por las máquinas de destilación, una cárcel para los chinos, las bodegas y el gasómetro . Más adelante el mismo cirujano mencionó en su correspondencia las “cinco máquinas” (locomotoras) de la hacienda y los “trenes especiales para su servicio”.
Lynch impuso a las haciendas de El Puente y Palo seco, una contribución de 100.000 pesos, dirigiendo al señor Dionisio Derteano, el siguiente telegrama: “Con arreglo a las instrucciones que he recibido de mi gobierno, impongo a su ingenio de Palo seco, una contribución de guerra de cien mil pesos en plata o especies que valgan esa suma. Si no concreta Ud. inmediatamente, dando las órdenes correspondientes a su empleado, para que satisfaga la indicada contribución, tendré el dolor de arrasar completamente su ingenio de Palo seco.
Puede Ud. indicar los medios de pagar la mencionada contribución de guerra.- firmado: Jefe de la División del ejército Chileno en Chimbote.” Se da un plazo al administrador de ellas tres días de plazo para procurarse el dinero.
Al tenerse en Lima conocimiento del telegrama de Lynch, la Casa Graham Rowe y C. ° dirigió, en el acto, a Dionisio Derteano, que se encontraba en Palo seco, otro, concebido en estos términos: “Autorizo a Ud. para que gire sobre vuestra casa de Valparaíso, por cien mil pesos plata exigidos confirmación por el Thetis, que sale martes, o antes si es posible.- Graham y Rowe y C.°
La misma casa hacía simultáneamente otro telegrama a Mr. J. W. Firth, gerente de la compañía inglesa de vapores, comunicándole su decisión de pagar los referidos cien mil pesos y expresándole que un empleado de la casa partía, en un buque neutral, con las debidas instrucciones.
Todo esto se debía a las prudentes gestiones de Don Dionisio Derteano, propietario de Palo seco, quien quería salvar a todo trance ese hermoso ingenio, que constituía toda su fortuna.
La valiosa hacienda no constituía un obstáculo para las operaciones de la división chilena, que no encontró en ella resistencia, y que como empresa industrial, se hallaba al amparo de leyes especiales.
Esto y la oferta de pagar semejante crecida contribución, hacían esperar que el militar chileno Lynch no cumpliera su bárbara amenaza.
Sin embargo el bárbaro jefe, exigió que la Casa Graham Rowe ampliara su telegrama, y que lo hiciera confirmar por el Ministro inglés residente en Lima. Hizosé así; pero al ser enviado el despacho a la oficina telegráfica para su transmisión a Chimbote, fue detenido, alegando que, para darle curso, era necesario el visto bueno de la secretaría de Gobierno. Se solicitó inmediatamente ese visto bueno, y en su lugar se expidió un Decreto Supremo, que decía a la letra:
“ Lima, 11 de septiembre de 1880- visto el presente telegrama, que quedará archivado en la secretaría de gobierno, y no pudiendo ser considerado el pago de cien mil pesos a las fuerzas chilenas, sino como un auxilio dado al enemigo del Perú, lo que constituiría delito contra él, sin que conste la amenaza de destruir el fundo mismo, que no es lícito evitar por aquel medio; prohíbase absolutamente el envió de dicho despacho telegráfico, y se recuerda, que la entrega de toda suma al enemigo por el hacendado de Puente, cualquiera que sea la forma en que se verifique, será perseguida y penada, como delito de traición a la república. Declárese,
Además, ipso facto, de la pertenencia del estado toda propiedad en la que se suministrase al enemigo dinero o especies que no tomase éste a viva fuerza y por si mismo.

Téngase esta resolución como regla general para los casos de igual naturaleza, dándose copia de ella y del telegrama de su referencia a los interesados, si lo demandasen.- Publíquese y regístrese.- rúbrica de S.E. – Orbegoso.
De esta manera el gobierno dictatorial de Nicolás de Piérola, sacrificaba a tan hermoso ingenio ubicado en el fértil Valle del santa.
El Señor Dionisio Derteano hizo a su hijo, Don Arturo Derteano, el siguiente telegrama:
“ Contesta por escrito al Sr. Comandante de la expedición chilena que me has comunicado su notificación y que espantado del procedimiento de su gobierno, e impotente como ciudadano desarmado ante la fuerza militar que manda, tengo que someterme a las consecuencias de mi patriotismo me impone; pero que habiendo en Palo seco valiosos intereses de terceros neutrales, comprometidos bajo la fe de mi palabra y por obligaciones comerciales, les he impuesto de lo que pasa, a fin de que los resguarden, hasta donde les sea posible “
Nada detuvo a Lynch en su obra de exterminio y desolación. Apenas se convenció de que el cupo no sería pagado, dio la orden de incendio, destrucción y saqueo.
Las hordas salvajes, volaron con dinamita las maquinarias, incendiaron los cañaverales y los elegantes edificios; talaron los árboles frutales y recogieron inmenso botín de objetos y muebles de gran valor; era un espantoso espectáculo presenciar tantas riquezas acumuladas por el trabajo y la industria, convertidas en un montón de escabrosos restos. A estas nefastas acciones de destrucción se sumarian 200 chinos coolíes que habían sido encontrados en un galpón de la casa hacienda, dados libertad por los chilenos, estos se dedicaron al saqueo y a atizar el incendio, destruyendo la cárcel de la hacienda y todo lo que encontraban a su paso como tratando de vengarse de las ofensas y las condiciones de esclavitud y castigos a las que fueron sometidos por el personal de la hacienda.
El parte del Ingeniero al servicio de Chile, Don Federico Stuven, aquel que dirigió el horror, describir patéticamente dicho infeliz acto:
“El día 13 llegó la orden de US. A Palo Seco, y encargué el trabajo de volar con dinamita toda la maquinaria, al capitán Marcos Larham, quien lo hizo con toda eficacia”.
Las pérdidas se calcularon por Stuven en más de dos millones quinientos mil soles de plata. El Perú perdió una de las fuentes de su riqueza agrícola, y un ciudadano suyo quedó arruinado.
Al año siguiente, Don Dionisio Derteano ofrecería su sangre y la de sus hijos a su patria, batiéndose como Comandante General de la Primera División de Reservas en la Batalla de Miraflores, luchando contra el invasor chileno. Salvaje por donde se le vea.
El mismo día 13 en que se cumplía el plazo fijado para el pago de la contribución, comunicaba Lynch que había dado la orden necesaria para la destrucción de las propiedades cotizadas, respondiendo de la siguiente manera: “…Vista vuestra carta, he dado ya las órdenes necesarias para que se proceda a la destrucción de las propiedades de vuestro Padre…la orden de destrucción fue inexorablemente ejecutada. La tropa retiró una cantidad considerable de azúcar, arroz y otros géneros, e inmediatamente hizo saltar la fábrica con pólvora de cañón y dinamita”.
Aludiendo al decreto de Piérola dijo Lynch en esa comunicación: “El señor Jefe Supremo de la República del Perú podrá disponer lo que estime por conveniente en el territorio sometido a su soberanía; pero no puede exigir obediencia en la parte del territorio ocupado por nuestras armas.
Suponer lo contrario seria hacer ilusorio el derecho de la guerra. Si con ese decreto pretendió el Jefe supremo impedir nuestras fuerzas obtener el pago de las contribuciones que tienen el derecho de exigir, para su objeto, más acertado habría sido que protegiera con sus armas el territorio amagado por nuestras armas “.
El segundo pretexto alegado por el administrador de Palo seco y El Puente no tuvo mejor éxito, esas propiedades podían estar afectas a créditos pertenecientes a neutrales, pero estos en ningún caso podían tener el extraño privilegio de embarazar las operaciones del beligerante.
Lynch supo desde el primer momento desenredar estas madejas de las astucias de los negociantes y la poca escrupulosidad de algunos cónsules extranjeros no cesaban de tejer para formar enredos diplomáticos.
Este expediente que más adelante fue ampliamente desarrollado no logro detener las medidas de coerción puestas en vigor por Lynch. Este por el contrario, tuvo el tino de apoderarse de todos los papeles y documentos que habían de servirle mas tarde para poner de manifiesto las falsas transmisiones de su propiedad y los contratos ficticios que se celebraban con el objeto de eludir el pago de las contribuciones de guerra.
Destruidos los edificios de las haciendas de Derteano, Lynch supo embarcar una gran cantidad de azúcar, de arroz y de otras especies, y dio libertad a unos 200 chinos coolíes que encontró encerrados en un galpón de la hacienda.
Estando en Chimbote llegó a reunírsele la corbeta O’Higgins al mando de Orelia quien comunico a Lynch que según noticias recibidas por los bloqueadores del Callao, acababan de bajar un cargamento de armas en la caleta de Supe.
Lynch se embarcó ese mismo día en Chimbote con tres naves rumbo a Supe con 400 hombres de Buin, y a su llegada, la remesa, consistente en 5,000 mil rifles, algunos cañones de sitio y municiones grandes y chicas, habían pasado y se encontraban fuera de su alcance, solo pudo alcanzar uno 300 cajones que contenían 200 mil tiros de rifle pues el grueso de la remesa había sido internado apresuradamente.
Errado el golpe, el Comandante en jefe impuso una contribución a las haciendas del valle, en especial a la de San Nicolás, que estaba convertida en depósito de armas y pertrechos del Perú. Los propietarios se negaron a pagar y sus haciendas fueron desvastadas.
Lynch volvió a embarcarse para Chimbote el 16 y al reembarcarse en ese puerto, destruyó la línea férrea que conduce a Huaraz, cinco locomotoras, la aduana y se alejo dejando confiado el orden de la población a los extranjeros, ya que las autoridades habían huido a la sola presencia de las tropas expedicionarias.
El 17 de septiembre zarpaba de Chimbote. Los reclamos diplomáticos y las comunicaciones de los cónsules, participándole que tal o cual propiedad pertenecían a un extranjero, llovieron entonces sobre el jefe Expedicionario.


Este contesto uno a uno cada reclamo, haciendo notar el legítimo derecho con que habían procedido en todos sus actos y la facultad que tenia para emplear medidas coercitivas contra un enemigo que no defiende sus plazas a si misma y que se encierra en una terca pero pasiva resistencia.
Con su acto peculiar, Lynch rebatió además en esas comunicaciones las teorías sustentadas por los reclamantes, y manifestó a cada uno de los documentos y pruebas que obraban en su poder y que justificaban fehacientemente el uso ilegítimo a que había estado destinada la propiedad que pretendía exoneración o la transmisión falsa de dominio en que se fundaba el reclamo.
Ni estos inconvenientes ni las amenazas continuas que se hacían llegar a él, pudieron desviar en lo más mínimo su línea de conducta. Lynch hizo rumbo al norte, y el día 18 de septiembre captura al vapor Islay que traía un valioso cargamento para el gobierno peruano.
En efecto extrajo de la bodega 28 cajones, de los cuales cuatro contenían estampillas postales por la suma de 375.000 pesos en billetes de papel moneda del Perú, y de diversos tipos. Estos billetes habían sido embarcados en los estados Unidos y venían con todos los requisitos para ser inmediatamente lanzados a la circulación.
Culminaba así los Díaz de terror y barbarie vividos por los pobladores santeños a manos del salvaje invasor chileno. Se truncaba también un hermoso y ambicioso proceso de desarrollo agroindustrial que a la luz de lo hechos abría traído desarrollo a santa, al valle y la provincia en general.
En cuanto a los resultados de esta nefasta expedición Lynch; el notable historiador chileno, Benjamín Vicuña Mackenna documenta el manifiesto de embarque del botín de guerra de Lynch, llegando a las siguientes cantidades:
“En cuanto al botín de Guerra, que ni la riqueza, ni la moralidad, ni el buen nombre de Chile para nada necesitaba....consistía aquel en definitiva en unos tres mil sacos de azúcar, 700 a 800 sacos de arroz, 500 pacas de algodón, 17 bultos de chafalonía de plata, 29,050 libras esterlinas en jiros sobre Europa, que no sabemos si fueron alguna vez cubiertos.
Asimismo, 11,428 pesos plata, cinco mil soles papel, i cuatrocientos chinos de lo peor de la raza amarilla que desde entonces comenzó a invadir desde Arica los puertos de Chile, sin hacer cuenta de una infinidad de pequeños artefactos o ingredientes que por rubor no nombrarlos”.

Ocurrió en el Perú, costa norte, en el fértil valle del santa, actual pueblo de Tambo Real Histórico hace 125 años y es necesario recordar para que la historia no se vuelva a repetir y los pueblos desarrollen su identidad y construyan su futuro conociendo su rico pero a la vez trágico pasado.
VIDA Y ACCION HEROICA DE LOS HERMANOS ALBUJAR Y MANUEL GUARNIZ
¡Fuego!... Y doce balas enmudecieron para siempre los labios de tres valientes. Los tiros de fusil convirtieron los pechos de quienes jamás conocieron el miedo ni la vileza, en surtidores de sangre heroica; porque representan la afirmación de coraje para resistir hasta el ultimo instante de su vida, con la convicción de morir inocentes, sin admitir la piedad, la humillación y la dilación, conscientes del sufrimiento en que vivía nuestra patria en los aciagos momentos en que la exacción, la agresión y toda la clase de vejámenes había impuesto del país invasión.

VALORACION DEL HOLOCAUSTO
Cien años se cumple el 28 de octubre de 1981, del martirologio de los hermanos Fernando y Justo Albújar y Manuel Guarniz, hecho que resalta en la Historia Patria, no sólo por ser un acto de altivez y dignidad cívica, sino por la valoración ante las pruebas a que se sometieron hasta llegar a la muerte.
Este episodio no motiva coordinar el argumento condenatorio al imperativo de la fuerza de un ejército vencedor, ni el esclarecimiento de una sentencia injusta, ni el recuerdo del dolor por la sangre vertida.
Es un sacrificio que legó un libro con muchas páginas en blanco, para que las nuevas generaciones se escriban sobre ellas, lo que vale morir inocente sin humillarse, ni claudicar por defenderse el honor nacional y la vida talvez de otros inocentes.
Desde la lejanía de la fecha del sacrificio, el tiempo hace recorrer un hilo invisible que llega a la mente, para que la historia siga el curso de lo que es inolvidable y continúe fomentando reacciones emocionales. Si el orgullo de un pueblo descansa en su tradición, el Holocausto de los Albujar y Guarniz, es como un fanal, que ilumina el camino a seguir por los que no ignoran, que sobre lo prosaico del vivir, está la acción heroica que se perenniza y brinda lecciones trascendentes.
Como todas las generaciones, vivimos en constante imitación, tenemos el ineludible deber de recordar e interpretar la acción noble de nuestros mártires, porque sin el impulso de un ideal , somos seres perdidos en el tiempo.
“Muero inocente y esto me resigna
a recibir la muerte con paciencia”
EL HOGAR
Remontándonos al pasado, se conoce se conocedor fuentes dignas de todo crédito, que don Fernando Albújar R. y su esposa doña Tomasa Chimioque, eran oriundos del Departamento de Lambayeque. Se dedicaban al negocio d mercaderías y desde los primeros años de nuestra independencia Nacional, venían a la Feria de Guadalupe por motivos de su labor, hasta que decidieron radicarse definitivamente en esta localidad.
Al poco tiempo, vinieron también los familiares de éste, entre los que señalaremos a doña Rosenda Albújar, madre de don Federico, Manuel Fernando y doña Narcisa Vera Albújar, así como doña Mariana Albújar, todos ya fallecidos.
Del matrimonio Albújar chimioque, nacieron Fernando, Justo, José y Rosario.
Se registran en el Libro Nº 5 de la Parroquia de “San Agustín”, el nacimiento de Fernando en el folio Nº 21 el 29 de mayo de 1852 y el de Justo en el folio 108 el 12 de marzo de 1857, pero su apellido materno está registrado como Sayaque.
FERNANDO: EJEMPLO DE CIVISMO
En el año 1874, residía en esta localidades General ecuatoriano don Secundino Darquea y el medico de la misma nacionalidad don Matías Mazaneres, ambos proscritos de su patria por motivos políticos; estos personajes estrecharon lazos de amistad con don Fernando Albújar R .
Un día entre una de sus tertulias que llevaban a cab, don Fernando Albújar, lanzó la iniciativa de fundar una Escuela Primaria conforme a los Planteles Educativos, ya que sólo existían escuelitas particulares. Para ello convocaron a una reunión de padres de familia, la que tubo el éxito esperado y entre uno de los acuerdos se concretó el aporte económico de todos los moradores y la formación de varias comisiones,
Correspondiéndole a don Fernando la contratación del Director; por lo cual viaja a Lambayeque y logra contratar los servicios del eminente pedagogo don Tomás Mantilla, autor de varios textos de enseñanza, que fueron aceptados oficialmente en todos los plantelesdel país.
Su contratación estuvo condicionada a tres semanas de trabajo mensual.

EL MARTIRIO DE LOSHEROES
( MANUEL BANDA DEZA )

Amanecio el dolor con la mańana...
El instante funesto se acercaba
sin esperanza casi.
La angustia con la mano levantada;
amenazante terminaria lanzando la vil piedra
y rompiedo el cristal en mil pedasos;
escarnecido,negro,atiborrado
de humillante derrota,de silencio llorado,
de venganza oprimida,de coraje acallado...
Se acercaba el instante...
el instante funesto ;
impacable contaba con funesto sadismo
los minutos...los segundos...
y con la guadańa en le hombro
avanzaba... avanzaba...

con sonrisa morboza
en el aire flotaban
copos negros de angustia,
humos grises dolientes...
olores de la muerte .
Zozoraba... silencio...
Las aves no vuelan ni cantan.
Loas corazones laten con violencia;
y la angustia,arańando ha subido
y ha hecho un nudo en todas las gargantas.
Un ruido estrepitoso derrepente
como un puńo crispado,
rompe el cristal del silencio :
el silencio ha llegado...
El perverso amigo descarga sus fuciles
contra los mas honrado;y mientras tanto...
el nudo en la garganta se ha transformado en llanto
en dolor y en espanto.
Tres cuerpos se desploman,
tres sangres se derraman.
Las lagrimas deun pueblo
a raudales brotan
y mientras el verdugo saciado regresaba
creyendo haber cegado la vida
de tres viles traidores regenerados
y errando el blanco su mortal destino
encontro´un kepi en le camino
salvandose la vida de un chileno.
Una historica casa de dos pisos,
cuyos bajos moraban nuestros mārtires
en la calle junin ( aūn existe ) fueron
inicial escenario de aquel drama
deun descenlace dolorso y triste.
Nadie supo quien fue el autor del hecho
pero si se sabia con certeza
que los tres respetables artesanos
no eran culpables,ni menos delatores.
Eran hombres y mujeres inocentes

LOS HEROES SANJOSEFANOS

PEDRO RIOS YÉPEZ RIOS
Pedro Ríos Yépez fue hijo del rico hacendado de “Ventarrón”,”Vista Alegre” y “Campanita” don Gregorio Ríos y de la señora Francisca Yépez. Nació el 15 de Abril de 1854. Cursó estudios secundarios en el convictorio Carolino de Lima y a su regreso a la provincia, en sociedad con D. Eliseo Saavedra Ruiz tomó en arriendo la hacienda “Ñampol”.Contrajo matrimonio con la distinguida dama Natalia Sandoval y tuvo seis hijos: Irene , Marina , Angélica, Natalia, Blanca y Julio Rios Sandoval
Diestro, Jinete y ágil en el manejo de las armas, de las que poseía un buen número. Fue uno de los patriotas que reaccionaron ante los invasores, que en grupos recorrían las campiñas y los pueblos cometiendo fechorías.
Fue uno de aquellos ciudadanos toda lealtad y carácter, que sabían montar guardia para defender su patria lealtad y carácter, que sabían montar guardia para defender su patria y sus convicciones .
No había en el frágilantes, sospechosos con cercana las virtudes de esos hombres hidalgos que hacen del cumplimiento del deber una religión de la amistad un dogma sagrado u consideran irreverencia y delito apartarse de todo lo que no lleva el sello de la corrección.
La franqueza de donde Pedro Ríos Yépez, la vivacidad de su inteligencia natural; su fraseología criolla y la crudeza de sus actos ni medidas tintas revelaban la sanidad de su espíritu, la pureza cristalina de sus acciones. Era uno de sus hombres que llevaban como divisa; Mas vale un vez colorado que cinto descolorado.
Jamás le había prestado para cualquier duplicidad de anfibio, Llevó su sinceridad hasta el éxtasis, en esta atmósfera impregnada de farisaísmo vil ,en que los resabios dobleces constituyen una modalidad de la vida .
En cuanto a valor serenidad y audacia, don pedro demostró se un paladín que busca episodios varoniles mas y escenas complicadas.
Es conocida su proeza de atacar un pelotón de soldados chilenos del batallón “Buin ” y su actitud frente a las amenazas del comandante Arellano, jefe de las fuerzas chilenas que ocupaban la Provincia .
En San José, Fernando Terrones había dado muerte a 4 chilenos defendiendo su hogar ultrajado. El invasor en respuesta hizo quemar el pueblo. Se temía una reacción y entonces fueron capturadas varias personas visibles de la provincia. Don Pedro se presento un día a la jefatura y manifestó al comandante Arellano la imposible situación de San José, los padecimientos de sus habitantes, por la venganza de sus soldados .
Dicen testigos presénciales, que la actitud de don Pedro tan Enérgica y decidida que el jefe chileno considero un peligro tenerlo libre y lo hizo arrestar y le puso centinela de vista.
Su carácter irreducible salía a flote, obedeciendo a grandes y voraces pasiones, nacidas del patriotismo. El hombre valeroso no se abate en las situaciones más resbalosas; los espíritus enfermizos y cobardes se aplanan y capitulan ante el peligro. La arquitectura moral de don Pedro Ríos Yépez era de férreo valor, constantemente remozado por alguna causa noble y elevada . De el podemos decir lo que un critico manifestó analizando la personalidad de Aníbal: “ES UNO DE ESOS HOMBRES A QUIENES PUE DEJARSE DE COAMBATIR, PERO NO SE DEJA NUNCA DE TEMER”

LA GUERRILLA DE PEDRO RIOS YÉPEZ
Corrían los primeros días del mes de abril de 1836 el ejercito de ocupación chilena dominaba gran pare del territorio nacional. Salvo; quedando tan solo en este suelo, sobrevivientes de un ejército derrotado, valientes que formaban pequeños grupos de guerrilleros, madres y niños que ofrecían en la mancillada de la patria sus oraciones y habilidad puesta al servicio de las guerrillas, héroes sin monumentos , filántropos sin placa de bronce.
El sagaz Pedro Ríos Yépez, al ver la oprobiosa dominación chilena, marginaciones y humillaciones de que eran objeto sus paisanos y co provincianos, constituyó una “notable partida de civiles antichilenos”.
Esto lo logro gracias a la coordinación y de mutuo acuerdo con sus amigos los jóvenes Eliseo Salcedo. Antonio Saavedra, santiago Cerna, Manuel Colchao, Roberto Luna y otros. Estos patriotas sanjosefanos reaccionaron ante los invasores, que en grupos recorrían las campiñas y los pueblos cometiendo fechorías.
Enterados de que uno de esos grupos salía de Guadalupe a san Pedro, se dirigieron al puertachuelo de “Vista Alegre” por donde tenían que pasar a caballo los chilenos, recibiéndolos a balazos, haciéndolos huir. Sin mayores consecuencias. Pedro Ríos se refugió en la hacienda “Ñampol”.
En el fragor de la guerra con Chile -1982 estos valientes hombres escribieron gloriosas paginas de patriotismo pues al ver a su pueblo San José, sufrir en carne propia los horrores de la llamada “Guerra del Pacifico”, tuvieron la gloria de demostrar al Perú, América y el mundo, que sus hijos eran tan valientes y heroicos como los espartanos, Romanos e ingleses
Es justamente que uno de los miembros de la guerrilla sanjosefana ( peón de Don Pedro Ríos Yépez), realiza un acto heroico , por defender el honor de una mujer, no reparó el peligro ni las desventaja de las armas e incluso cambio su vida de campesino por la del heroísmo y defensor de la dignidad humana.
Un hecho que demuestra la valentía y arrojo de Pedro Ríos es el que protagonizara junto a su padre don Gregorio Ríos, quien tenia castigado en la barra a un peón insolente.
En ese momento pasaba un jinete chileno, ebrio, y al indagar por el motivo del castigo, intentó matar a balazos al peón impidiéndolo don Gregorio, en cuyas circunstancias llego su hijo Pedro Ríos, yéndose los tres a San José a libar unas copas que distrajeran de su intento al soldado, más este que se marchaba a caballo apuntó con su fusil a Pedro con la intención de victimarlo. Pedro logró desarmarlo. A poco y la pasar por el cementerio de San José se dieron con un pelotón de Chilenos cuyo jefe les informó que se habían librado de un criminal, enrolado al salir de la cárcel en Santiago.
En otra ocasión en que cuatro soldados chilenos pastaban a la caballada en los alfalfares cercanos al pueblo de San José, embriagados asaltaron una modesta vivienda para violar a dos mujeres, las que lucharon con los forajidos en defensa de su honor; sus gritos de auxilio fueron escuchados por un miembro de la guerrilla sanjosefana; quien acudió con su machete en mano, consiguiendo dar muerte a tres que después enterró en los alfalfares; el cuarto huyó a dar parte a sus jefes.
Los chilenos buscaron al autor de las muertes. Lo hicieron en la hacienda “Ventarrón”, entrevistándose con su propietario José Gregorio Ríos e indagando por su hijo que era patrón de Terrones. El objetivo era capturar a Terrones y tomar represalias con Pedro Ríos por el ataque sufrido en el portachuelo de “Vista Alegre”. Don José Gregorio fue notificado a presentarse al jefe chileno en caso que no lo hiciera su hijo.
Pedro Ríos Yépez y los miembros de la guerrilla sanjosefana, al enterarse de que los chilenos habían dado la orden de quemar al pueblo, se movilizaron para impedir tal desgracia, por eso ordeno que sacaran dos cajones de municiones y que sacaran carabinas, subieron al cerro de puertachuelo a esperar a la tropa enemiga que venia directo a San José, una vez que se acercaban los enemigos ordenó a los hombres que alisten las carabinas y entonces comenzaron a atacar.


Durante en 45 minutos de combate lograron varias bajas del pelotón enemigo, lamentable las fuerzas de resistencia eran pequeñas, y no lograron detener a los sanguinarios y abominables chilenos, quienes dieron rienda suelta a su venganza, logrando incendiar al pueblo de San José.
Pero, la población se salvo, gracias a que don Pedro Ríos y sus hombres lograron avisarlos del peligro, logrando ponerse a salvo en los bosques y zonas alta del pueblo. lo único que se llevaron los chilenos fueron dos campanas que por nombre se llamaba María Angola que esas campanas tenían 50 % de bronce y 50 % de oro ..
En cierta ocasión el mayordomo de Pedro Ríos, de apellido Cerna, que había salido de Ñampol a Ventarrón, con el mismo objetivo de comunicar al padre de Pedro sobre lo acontecido.
Fue victima de una descarga de fusiles lanzada por los soldados chilenos; Pedro Ríos salió precipitadamente de su domicilio y pregunto al jefe de los chilenos por que hacia fuego.

- ¿Quien es usted?
– le pregunto el chileno.
- Soy el hijo del hacendado Gregorio Ríos.
- ¿Usted es don Pedro Ríos?
- Si yo soy Pedro Ríos.
- Pues tengo mucho gusto de conocerlo, hace tiempo que he oído mentar su nombre, mire señor, lo que ahora necesito es que me haga usted un servicio.
- ¿Que servicio quiere usted?
- Que me proporcione usted unos cuantos hombres para cargar a tres compañeros que han muerto en el pueblo.
- Voy a mandarle doce.
- Otro servicio señor, quiero que me acompañe, porque yo no conozco estos sitios, es de noche y puedo perderme.
- Yo no puedo acompañarlo, vaya usted solo que nada le sucederá.
- Hasta después.
- Hasta luego.
El sargento Álvarez estaba preocupado; sabía que en San José, Ventarrón Cosque, Ñampol y otros fundos había gente de temple capaz de hacerle frente además, el nombre de Don Pedro Ríos era reconocido en toda la comarca, como un símbolo de resistencia, y los invasores comprendieron que mejor era aparentar humildad en esos momentos.
Don José Gregorio fue notificado a presentarse al jefe chileno en caso que no lo hiciera su hijo bajo amenazas de un castigo ejemplar. Enterado Pedro Ríos del peligro que corría su padre, además por ser patrón de Terrones, se presentó a los jefes chilenos en San Pedro.
Su objetivo era para abogar por los sufrimientos del pueblo, por los niños y ancianos que se habían quedado sin pan ni abrigo, y para que dejen de perseguir a su peón.
La respuesta fue que si el asesino de los soldados chilenos no se entregaba, Pedro Ríos y otros detenidos seria fusilados.
Como se puede notar el objetivo del enemigo chileno, era capturar a Terrones y tomar represalias con Pedro Ríos por el ataque sufrido en el portachuelo de “Vista Alegre”.
Pedro Ríos llego a las dos de la tarde de un día de mes de junio de 1882 y después de esperar un rato, ingreso a la sala de despacho, en la que se encontraba el comandante Arellano; este jefe tenia mirada de águila, capaz de hipnotizar el cerebro mas fuerte, sugestionaba y sometía a las personas que estaban con él; su voz era atiplada, pero cuando tenia ira la levantaba en forma que el auditorio quedaba aturdido.
El comandante Arellano era enérgico con sus soldados, quienes lo respetaban y temían.
Cuando entro Pedro Ríos, Arellano se quedo mirándolo de hito en hito y después de ofrecerle asiento le dijo :
- Con que usted es don Pedro Ríos, ¿He ?
- Si, señor.
- ¿Y que ha hacer por acá?
- A exponerle, señor comandante, que la población de San José está sufriendo mucho desde el incendio.
- Me dice usted una cosa que ya la sé.
- A demás están tomando muchos presos a quienes se les cree sospechosos por la muerte de los cuatro soldados.
- Muy bien hecho.
- Yo vengo a manifestarles que ningunos de los de nuestra familia es culpable de la muerte de esos cuatro soldados suyos, pero como toman preso a todo el que se encuentran, mi padre me ha mandado que le suplique a usted nos deje tranquilos. San José y todas las haciendas sufren inmensamente con la actual situación.
- Debe usted saber, señor Ríos, que la ley Marcial es las más terribles de todas las leyes y que el vencido tiene que someterse al vencedor.
Me viene usted a hablar de sufrimientos en estas horas en que acaba de cometerse un crimen, en que seguramente están complicados los grandes y chicos de San José.
Debe tener entendido que voy a tener que castigar duramente a los culpables, pues tarde o temprano he de saber quien a matado a los cuatro soldados.
Por último llamó a un sargento y ordenó que don Pedro Ríos fuera llevado a un calabozo, Ahí estaba todo lo notable de San José. A Pedro Ríos lo colocaron en un calabozo junto con don Carlos Gonzáles ambos con centinela a la vista, en el patio estaban el hijo de Terrones y ocho individuos, a quienes se les creía complicados en el asesinato de los cuatro chilenos.
En los semblantes se notaba un triste abatimiento moral muy comprensible porque, efectivamente, la situación era grave.
Todos los presos permanecían en silencio, custodiados por los guardias quienes mostraban un aire de severidad, tan luego entró Pedro Ríos al calabozo, empezó a conversar con don Carlos Gonzáles y esta circunstancia fue suficiente para que un soldado lo hiciera callar con brusquedad por último se separo a ambos amigos, dentro de misma habitación, señalándole a cada uno un radio del que no podía pasar.
En esa situación se les mantenía para evitar conversaciones importantes pues don Pedro Ríos seguía protestando de su apresamiento.
El jefe respondió que nada podía hacer, porque las provocaciones criminales llevadas a cabo en el pueblo eran obra de los antichilenos.
Pedro Ríos sabía donde se encontraba escondido Terrones, pero no lo delató. Se le puso en capilla y se le dio 48 horas de plazo para entregar al fugitivo.
Don Gregorio Ríos, a fin de que nuevamente vuelva la tranquilidad al pueblo de San José, aconsejo a su hijo que se presentara al comandante Arellano y le dijera que ninguno de los miembros de la familia Ríos había tomado parte en los asesinatos de sus soldados chilenos, y que le expusiera al mismo tiempo, la dolorosa situación en la que se encontraban los pobladores de San José, quienes habían purgado una falta que jamás cometieron.
Don Pedro Ríos hizo ver a su padre que no era conveniente esa visita pues Arellano era hombre de mal carácter y demasiado violento con los peruanos.
El padre insistió e hizo recordar a don Pedro que los señores Roberto y Nicasio Tillit, entonces arrendatarios de la hacienda Potrero, habían ido a ese jefe con el mismo objetivo, sin que nada lamentable les ocurriera, tantas y tan diversas razones le expuso a su hijo, que este tubo que marchar a San Pedro, en donde le esperaban desagradables sorpresas.
En la capital de provincia lo que fue escuela fue una cárcel a los invasores, la comandancia ocupaba la casa de don Daniel Durand; en toda la ciudad había normalidad y se notaba, a primera vista un mejoramiento en el aseo de población, porque los chilenos se ocupaban siempre de ese punto, castigando a los contraventores.





MANUEL FERNANDO TERRONES ASENCIO FRENTE A LA HISTORIA

Pero, cabe algunas preguntas de juicio y análisis ¿Quien fue Fernando Terrones Ascencio?, Al responder estas interrogantes, debemos expresar que la bibliografía y documentación respecto a este hecho histórico son escasos; pero como obligación moral y académica las hemos analizado e interpretado crítica y reflexivamente; así mismo se ha recogido información oral de los vecinos mas antiguos de éste noble pueblo.
Terrones probablemente Había nacido en 1855, tenía 27 años de edad. Fue un peruano de los bravos de origen popular, posiblemente nacido en Contumaza a San Marcos (Cajamarca) Pero vivió desde los 15 años en San José, dedicándose a labores campesinas en la hacienda de don José Gregorio Ríos. En el año de 1882 contaba con 27 años de edad. En conclusión podemos decir que MANUEL FERNADO TERRONES ASENCIO: Fue cajamarquino de nacimiento, pero Sanjosefano de corazón
Fernando Terrones que según las descripciones, era corpulento, valiente y feroz en la defensa de la justicia y la libertad, era un “HERCULES SANJOSEFANO”. La vida de Fernando Terrones Ascencio se desarrolló como pudo transcurrir la vida de cualquier hombre. Muchas virtudes se aunaron en él. Inspiro su amistad y el honor, con la fuerza de llegar hasta el sacrificio.
DEFENSA DE LA MUJER SANJOSEFANA Y PERUANA
En el distrito de San José, se escribió una de las páginas más significativas de la civilidad. Nos referimos a la “ACCIÓN HERÓICA DEL CAMPESINO MANUEL FERNANDO TERRONES ASCENCIO” que defendiera la dignidad y honor de la mujer Sanjosefana en particular y de la mujer peruana en general en 1882.
Por ello, concluimos que en el año 1882, las tropas invasoras chilenas dejadas por el vandálico Patricio Linch; que en una proporción importante, eran delincuentes que habían cambiado su libertad por la guerra.
Tenían como centro de operaciones la ciudad de San Pedro de Lloc; desde donde salían compañías y pelotones a cumplir misiones militares pero también a cometer sus fechorías.
El hecho histórico fue que en celebre triste noche del mes de junio de 1882 los chilenos que se encontraban amparados por la triste célebre “Ley Marcial” impuesta por los invasores, venían cometiendo una serie de fechorías, tales como hurtos, saqueos, violaciones, injusticias, etc, según datos históricos, cuando 4 forajidos chilenos intentaban violar a don indefensas mujeres que Vivian a las afueras de San José, quienes lanzaban gritos desesperados pidiendo auxilio, estos gritos fueron escuchados por Manuel Fernando que se encontraba labrando la tierra y sin dudar acudió apresuradamente al sitio de donde procedían los gritos; la escena que halló en la humilde casa, fue la indignación y de heridas profundas, pues se trataba de su madre y hermana.
Terrones después de increpar a los cobardes chilenos se prestó a dar combate tan solo con un machete en la mano derecha y un poncho de lana envuelto en la otra mano; frente a los groseros y ventajosos soldados chilenos, bien armados y protegidos. Los chilenos ante la presencia de Terrones respondieron con palabras de grueso calibre contra el impetuoso campesino.
La lucha no fue de bravos sino de fieras, Fernando Terrones no bajaba la guardia y al contrario atacaba a sus incisivos enemigos, se recostó a la pared izquierda de su puerta y comenzó a defenderse, entonces fue un soldado que lo atacó primero y él le respondió con una puñalada en la espalda que le dio muerte.
Después volvió a atacar al segundo soldado y a quienes les dio varias puñaladas en el lado izquierdo del corazón y le dio muerte; al tercer soldado lo ataco y mató en el acto. El cuarto soldado al ver a sus compañeros muertos, herido logró escapar porque la casa donde se encontraban era donde hoy es el camal.
La acequia venia con abundante agua y se aventó al agua y logro escapar saliendo por un terreno llamado Ventarrón en donde había una planta de “Dátil”.
Aquí se encontraba una tropa chilena instalada y él dio el informe a sus superiores de lo sucedido, que los sanjosefanos había matado a sus compañeros, entonces la tropa regresó a su Cuartel General en San Pedro de Lloc, informando a sus superiores de manera deformada y con claras intenciones de venganza.
VENGANZA DE LOS CHILENOS
Frente a estos hechos, el ejército chileno al mando del sagaz y drástico Jefe Provincial de apellidos Arellano, basándose en la “Ley Marcial” y sus nefastas aplicaciones; ordenó, la captura de los sospechosos principales, logrando detener alrededor de 25 sanjosefanos, entre los que se encontraba el viril y valiente ciudadano don Pedro Ríos Yépez. También Implacablemente que “…El pueblo de San José fuera quemado y que el sargento Álvarez, con la tropa procediera a hacer las investigaciones del caso, a fin de hallar al culpable o culpables del criminal suceso”.
Esta orden se cumpliría, gracias al nefasto sargento Alvarez, quien indignado por los suceso y sufriendo vergüenza, salió con doce hombres para hacer las investigaciones y capturar a los culpables. Este sargento fue culpable de una información bastante exagerada, sobre sucesos, ante el Jefe provincial de Ocupación. En vista de esto información jefe dio la orden vandálica de incendiar la población y de proceder con energía .
Con tales atribuciones, los rotos, tuvieron pretexto para cometer abusos muy extorsiones contra los habitantes.
El pueblo fue incendiado, inclusive la iglesia, donde se cometieron los mas torpes y agrestes profanaciones.
Espeluznante era el espectáculo que ofrecía el pueblo en esos momentos. Las familias salían precipitadamente de sus casas, voceríos de dolor, llanto y maldiciones echándose oír a todas parte. La soldadesca embriagada cometía toda clase de exceso y con agilidad perversa llevaba a cabo su implacable obra de destrucción.
Numerosas personas fueron detenidas, tratándoseles del modo mas infame a cada instante se las maltrataba.
Ante toda queja les respondían los jefes con amenazas detráctales. Convencidos estaban lo chilenos del hondo amor nacional de lo peruanos.
Envidia sentían del sacrificado silencio, y este gallardo patriotismo los exasperaba. Jamás lo prisioneros se humillaron a recibir migas de esperanza, “Si hemos de morir, moriremos decían pero no se dirá que en San José hubieron cobardes”, las heroicas frases de aquellos inocentes, ni la mitología podrá igualarse, los sanjosefanos con su holocausta determinación, estaban cerca de aquellos mártires que resignados morían por gloria de un credo.
Ante el incendio de San José, la captura de campesinos e incluso señores y hacendados de esta jurisdicción; quienes después de juicios fueron sentenciados a morir fusilados.

ACTITUD DE DON NICANOR DE LA FUENTE
Escenas como esta inició la protesta de un grupo de personas visibles de San Pedro y San José , quienes encararon al jefe de Ocupación, en esa fecha el Capitán Arellano, más su actitud fue desestimada ; éste para justificar lo actos , irónicamente respondió que había un grupo de peruanos encabezado por los Ríos de San José conspirado contra las tropas chilenas a toda hora.
Un día se hizo correr la noticia de que fusilarían a todos los presos, si no se entregaba el verdadero autor del crimen, Esa noticia causó pánico en toda la provincia.
Don Nicanor de la Fuente, por su carácter moderado, gozaba del aprecio del jefe Chileno. Esta influencia salvo de la deportación y otro castigo al audaz cabecilla que no cesaba de idear situaciones complicadas el enemigo. Costó dios y ayuda ablandar al orgulloso jefe chileno.


Don Nicanor de la Fuente ofreció una garantía y logró dulcificar al impetuoso Arellano; pero este que intento doblegar el preso se vio en el caso de sostener un diálogo muy agrio con él, antes de salir.
Mientras tanto, los amigos del señor Ríos en San Pedro se habían quedado asombrados al saber la forma y manera como había caído en la marañada tendida por los chilenos; el que más se interesó fue el señor Nicanor de la Fuente, conforme es sabido, gozaba del aprecio general en toda la provincia.
Pues igual estimación le tenían los chilenos, a quienes el señor De La Fuente se había impuesto por la autoridad de sus costumbres, la rectitud de sus actos y por lo serio y caballero que era de todas las fases de su vida ya sea pública o privada.
El señor De La Fuente hizo toda clase de gestiones para obtener la libertad de don Pedro Ríos, empleando los recursos de su influencia, pero continuamente veía fracasar su intento, pues tanto el comandante Arellano como otros oficiales creían que don Pedro Ríos, como enemigo irreconciliable de todos los chilenos, había preparado el asesinato de los cuatro soldados.
También había otras circunstancias que alentaba las sospechas, y era la siguiente, en San Pedro el señor Ríos Yépez tenía dos o tres enemigos que desde la comandancia de Villarreal, trataban de hacerlo tomar preso. Ellos probablemente echaban fuego a la hoguera haciéndole creer a Arellano que don Pedro Ríos era hombre situacionista con decisión suficiente para cometer estas cosas.
El señor de la Fuente, a fin de sus perseverantes gestiones, logró romper la incomunicación y el jefe ordenó que se le dejara hablar con don Pedro Ríos, ambos caballeros pasaron un cuarto de hora conversando; don Pedro contándole como lo había tratado Arellano, y don Nicanor refiriéndose cuanto había hecho por sacarlo.
Nicanor de la Fuente llevó a cabo en esos días una acción que enaltece y glorifica su nombre; se presentó al irascible Arellano y le dijo, - Deseo obtener de su parte un gran servicio.
- Cuál es, le pregunto Arellano;
- La libertad de don Pedro Ríos Yépez.
- Usted, señor De La Fuente, me pide una cosa que no puedo hacerlo. Ríos Yépez, junto con los otros detenidos, está sufriendo los rigores de ley Marcial.
- Pero estos castigos colectivos son peligrosos, porque muchas veces la inocencia sale mal parada.
- Está bien. Pero tampoco la ley establece excepciones ni reconoce privilegios.
- Ríos me ha dicho que el no tiene participación en los sucesos.
- Pero se que ese señor Ríos Yépez es un terrible enemigo de nosotros y puede ocurrir que halla formulado un plan de venganza cuyo principio estamos viendo en el asesinato de los cuatro soldados.
- Nosotros tenemos a estos héroes de encrucijada, porque con sus sorpresas y guerrillas, ponen quieto y en raya al mejor ejército.
- Dice usted la verdad, señor Arellano, pero Ríos Yépez es un joven franco, valiente que pelea a pecho descubierto.
- Mire señor De La Fuente esas cosas me gustan a mí, porque nada hay más vil que los cobardes.
- Verdad señor Arellano.
- Lo que me indigna es el pnadillaje, para defenderse del enemigo.
- Pero volviendo a nuestro primitivo asunto, le digo que Ríos Yépez no es culpable de esos crímenes, Tengo seguridad de ello.
- Arellano ¿Usted tiene seguridad ?
- De La Fuente ¡ Si señor ! Yo pido su libertad y salgo garante.
- ¿ Sabe usted, señor De La Fuente, lo que significa salir de garante de un sujeto abrumado por un juicio y con perspectivas de pagar con su vida el crimen que probablemente ha cometido en compañía de otros ?.
- Yo garantizo a Ríos Yépez y asumo toda la responsabilidad. Pido su libertad condicional.
- Debe saber usted señor, De La Fuente, que no estamos bromeando. Muy caras pueden costarles estas generosidades, pues la recta aplicación de la ley Marcial me obligaría a proceder con usted ya no como amigo sino como militar nada de connivencias ni contemplaciones.
- Yo me someto a las terribles consecuencias de estas situaciones tan lamentables y pagaría hasta con mi vida.
- Si es así, señor De La Fuente, yo no tengo inconveniente en acceder a sus deseos. Pero creo que debe reflexionar sobre el grave problema que tratamos.
- Le repito que asumo la gravedad del caso.
Después de este dialogo, que pone en transparencia la nobleza del alma del señor De La Fuente, se procedió a formular un documento en el que este caballero garantizaba al señor Ríos Yépez, pidiendo su libertad desde luego se comprende el peligro en que se colocaba don Nicanor De La Fuente al asumir un cúmulo de responsabilidades en circunstancias tan peligrosas.
Don Pedro Ríos salió de la prisión y fue a casa de don Nicanor, en donde recibió muchas felicitaciones de sus amigos, que se alegraban de verlo sano y salvo.

FUSILAMIENTO DE FERNANDO TERRONES
Manuel Fernando Terrones Asencio que se encontraba escondido en los alrededores de los cañaverales del Cultambo y conociendo que su patrón don Pedro Ríos Yépez se encontraba entre los prisioneros y también amigos suyos inocentes de toda culpa, con alma espartana, se presento ante la jefatura Provincial, entregándose a los chilenos y confesando la verdad de los hechos.
En alto mando enemigo, sorprendido todavía por la valentía de este hombre; inmediatamente ordenó su fusilamiento y la libertad de los presos. La sentencia se cumplió un aciago 25 de Junio de 1882, Terrones prefirió; al igual que Bolognesi y Grau, con la frente en alto antes que morir vendado; entregando su sangre y su vida como vivo ejemplo de su innegable valor y dignidad nacional..
Pero ,una vez más , Terrones demuestra hombría y heroísmo, pues, ante la inminente orden de fusilar a loa sospechosos, entre los que se encontraba su patrón Pedro Ríos, suscitados en San José, de Inmediato, él alto mando chileno ordenó su fusilamiento, hecho pues que cumplió un aciago 25 de Junio de 1882 .
Terrones prefirió morir con la frente en alto antes que vendado, entregando su sangre y su vida como vivo ejemplo de su innegable heroísmo y dignidad nacional
Llegado el día domingo y cuando se encontraban desfilando las detenidos para ser fusilado (como escarmiento a la población), se presento Fernando Terrones y confeso ser autor del crimen de inmediato fue pasado y los ciudadanos apresados puesto en libertad.
Los móviles de la actitud de Fernando Terrones explicaban el valor indiscutible de su heroísmo, que lo sitúa a él y a los hombres de la famosa guerrilla de don pedro Ríos Yépez en el altar de los héroes, sin embargo de ellos solamente algunos niños de San José, recuerdan sus nombres al hacer elegíos en sus visionarios juegos de las guerras, jefes de las pandillas por ser más astutos y fuertes
Fernando Terrones que se encontraba oculto, en los cañaverales de Cultambo y que se mantenia informado de todo cuanto sucedía, al saber que un BANDO ANUNCIABA a los sanjosefanos que el día domingo 25 de junio, a las 12.00 de la mañana se fusilaria a todos los detenidos; demostró una vez mas su hombría, valor y abnegación, se presento ante los jefes chilenos y confeso con la verdad de los hechos sucedidos. De inmediato, sin previo juicio, MANUEL FERNANDO TERRONES ASENCIO, fue fusilado, un DOMINGO como hoy, 25 de junio de 1882, a las 4.00 de la tarde en uno de los paredones del Cementerio de San Pedro de Lloc.
Al conocer estos hechos y en acto de singular entereza y valor, Fernando Terrones Ascencio se entrego voluntariamente a las tropas chilenas, declarando la verdad de lo acontecido a los jefes chilenos.
Convicto y confeso, Terrones pagó con su vida la defensa del honor de la esposa de su amigo, que era maltratada por la soldadesca chilena.
El 25 de Junio de 1882 fue juzgado y fusilado por los invasores, pasando a morar desde entonces en la mansión eterna de la gloria.
Terrones que se encontraba escondido en los alrededores y sabedor que su patrón don Pedro Ríos Yépez se encontraba entre los prisioneros y también amigos suyos inocentes de toda culpa con lama espartana, se presento ante la jefatura Provincial, entregándose a los chilenos y confesando la verdad de los hechos.
En alto mando enemigo, sorprendido todavía por la valentía de este hombre; inmediatamente ordenó su fusilamiento y la libertad de los presos. La sentencia se cumplió un aciago 25 de Junio de 1882, Terrones prefirió; al igual que Bolognesi y Grau, con la frente en alto antes que morir vendado; entregando su sangre y su vida como vivo ejemplo de su innegable valor y dignidad nacional.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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La Razón (2006), Chile devuelve al Perú cerca de 4 mil libros saqueados en Guerra del Pacífico, Lima, 6 de noviembre de 2007 [16/11/2007]